El austríaco Matthäus Hetzenauer era uno de los francotiradores más letales al servicio de la Alemania nazi. En el marco de la Segunda Guerra Mundial arrebató la vida a 345 soldados soviéticos.
En la región de los Alpes austriacos el aire se respira fresco y el ambiente es sosegado. En la cima de las colinas, la vegetación coexiste con las típicas familias de campesinos tradicionales, enamoradas de los paisajes maravillosos que pueden apreciar con cada salida del Sol.
La infancia de Matthäus Hetzenauer.
Matthäus Hetzenauer vino al mundo en un ambiente de estas características, más específicamente en el municipio de Brixen im Thale, en 1924. Era un niño curioso que observaba con aprecio los frondosos bosques a través de su ventana. Cada uno de los ruidosos disparos ejecutados por su padre lo estremecían, al mismo tiempo que le sembraban ansia por saber el resultado de la cacería.
El estruendo de la pólvora y un buen plato sobre la mesa eran protagonistas de una misma historia para Hetzenauer. No por nada Simon Hetzenauer, su padre, se hizo de fama como uno de los mejores cazadores de la región. Al final de cada jornada Matthäus y su madre, Magdalena, esperaban los cadáveres frescos de alces, venados y pavos.
A unos cuantos kilómetros de este lugar, Josef, el tío de Matthäus, exhibía con orgullo sus condecoraciones en estantes enormes, trofeos y premios que el pequeño adoraba. El veterano del ejército austrohúngaro solía inspirar el espíritu combatiente de su sobrino con una Cruz de Hierro.
Como muchos otros campesinos de Austria, Matthäus creció al lado de sus padres y se volvió un hábil tirador a temprana edad. A los 17 años, cuando afinó su talento con los rifles lo suficiente como para confiarles su vida, lo convocaron al ejército alemán.
El francotirador del ejército alemán.
En esa época, enlistarse en el ejército alemán era motivo de profundo orgullo. Y mucho más para una familia tan tradicional como la de Matthäus, llena de talentosos veteranos. Obviamente, la invitación obligatoria de los alemanes se recibió con emoción en la vida del joven.
A mediados de 1943, el soldado novato empezó a servir en la infantería del ejército alemán. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes que sus superiores notaran su excepcional puntería. Así, en 1944 Matthäus Hetzenauer se convirtió en un francotirador de élite.
En el campo de batalla, el talentoso tirador prefería posicionarse al frente para derribar soldados soviéticos. Eventualmente, alguno de sus certeros disparos terminaría por alcanzar a un comandante enemigo. Como cualquier francotirador talentoso, la practicidad y exigencia de Matthäus lo llevaban a mantenerse horas en una misma posición antes de jalar el gatillo.
Carta de muertes.
Algunos testimonios afirman que su disparo más ambicioso recorrió una distancia equivalente a diez estadios de fútbol antes de acertar en el blanco. Con una mira bendecida por la propia Hela, el francotirador nazi llegó a matar a 345 soldados soviéticos en un período de 10 meses. En promedio, mató a más de una persona al día.
Para 1945, Matthäus se volvió una celebridad entre sus compatriotas, que lo reconocían como uno de los tiradores más letales de toda Alemania. Por su fabuloso desempeño en el campo de batalla lo condecoraron con la Cruz de Hierro que tanto anheló en la infancia. Además, recibió muchas otras medallas y un emblema de tirador de élite hecho en oro.
Francotirador de clase mundial.
Dos rifles figuraban entre las principales herramientas de trabajo de Hetzenauer. Uno era el Mauser Kar 98k con una mira telescópica 6x y el otro el Gewehr 43 con una mira telescópica 4x. Con estas armas se convirtió en el francotirador más letal del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Debido a la naturaleza del oficio, estos rifles se convirtieron en una extensión de los propios brazos y ojos del francotirador.
Los alemanes enviaron a Hetzenauer a Hungría y Eslovaquia. Era prioritario para los nazis que el francotirador interrumpiera el avance de los batallones soviéticos tanto como fuera posible. Esencialmente, se encargaba de defender las unidades de artillería de montaña de francotiradores soviéticos y ametralladoras. Y era un trabajo de todos los días, pues las brigadas de montaña estaban bajo el fuego constante de Los cañones soviéticos.
Hetzenauer prefería disparar a los comandantes y artilleros de las unidades soviéticas. Frecuentemente se las arreglaba para infiltrar líneas enemigas, disparando a objetivos específicos sólo para identificar al oficial al mando.
Era como un juego de ajedrez, en el que el francotirador eliminaba peones para llegar al rey. “Tenía que disparar a comandantes y artilleros, pues nuestras fuerzas eran demasiado débiles en número y municiones”, dijo Hetzenauer. La paciencia era una de sus mayores virtudes. A menudo se mantenía inmóvil durante horas en el frío antes de disparar un solo tiro. Si fallaba y delataba su posición, se aseguraba una muerte a manos de un francotirador soviético.
Captura y liberación de Matthäus Hetzenauer.
En 1944, mientras se arrastraba por el lodo y apoyaba sobre los codos para afinar la mira, Matthäus recibió el impacto de un proyectil de artillería soviética. Extasiado por toda esa adrenalina que le producía el combate, ni siquiera se dio cuenta de la herida. Un año después, pese a su avanzado entrenamiento, la impecable puntería y todos los años de servicio, Matthäus Hetzenauer (de 21 años) fue capturado por los soviéticos y enviado a un campo de prisioneros.
En aquella reclusión, el joven se aferró a la vida y sobrevivió pese a las insalubres condiciones del lugar. Lo liberaron en 1950, y regresó a Austria para dedicarse a la carpintería. Se casó, tuvo hijos y falleció de causas naturales en 2004, poco antes de cumplir los 80 años de edad.
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