¿Te has preguntado cuál es el voltaje máximo que puede soportar el ser humano? Una descarga o choque eléctrico puede ser mortal, aunque en los dibujos animados y películas de comedia sean retratados como eventos inofensivos. Un incidente de esta naturaleza va mucho más allá de un rostro carbonizado, la vibración estereotipada y una cabellera desaliñada.
Sin embargo, en este artículo conocerás porque no necesariamente la tensión es la que mata a los humanos. Otro gran peligro es la intensidad de esa corriente eléctrica, conocida como amperaje.
La resistencia humana a la electricidad.
La convivencia con estos dispositivos medidos por la tensión eléctrica ha propiciado cierta conclusión en nuestras mentes. De alguna forma, nos gusta creer que 10 mil voltios resultan más letales que 100 voltios. Es una verdad a medias. De hecho, es más común que las electrocuciones se produzcan con tensiones domésticas de 110 voltios, y en ocasiones hasta con 42 voltios.
Es evidente que a mayor voltaje aumenta el consumo de energía, pero no es esto lo que mata. Independientemente de la tensión, durante una electrocución los seres humanos mueren por la corriente forzada a atravesar el cuerpo. Pero, la tensión también es importante en la fórmula pues si en ella no habría corriente.
Este es el motivo por el que puedes tocar un cable pelado y no electrocutarte, a menos que estés tocando el suelo o tengas alguna parte del cuerpo mojada. Al tocar un cable expuesto y entrar en contacto con el suelo inmediatamente se crea una diferencia de potencial, y como consecuencia fluye una cantidad enorme de corriente a través del cuerpo.
¿Cuánta corriente resulta letal para los humanos?
¿Si el problema no es el voltaje, entonces, qué cantidad de corriente resulta fatal?
Una corriente con 10 miliamperios (0.01 amperios) indudablemente produce un choque memorable, aunque difícilmente resulta fatal. Si subimos a 100 miliamperios (0.1 amperios) encontraremos las dolorosas contracciones musculares. Como nuestro corazón es un órgano que resiste poco al paso de la corriente, una intensidad de apenas 10 miliamperios ya es suficiente para matar. ¿Recuerdas esas bombillas incandescentes de 100 watts? Funcionaban con una corriente aproximada de 900 miliamperios (0.9 amperios).
Afortunadamente, la corriente no siempre pasa por el corazón. Cuando nos electrocutamos, nuestra piel absorbe completamente esa corriente a causa de su enorme resistencia. Si una corriente así de insignificante alcanzara el corazón directamente, cualquier electrocución minúscula tendría un resultado fatal.
Si seguimos escalando la corriente hasta llegar a los 1000 miliamperios (1 amperio), las contracciones musculares son tan incontrolables que nos impiden separarnos del cable. Irónicamente, esa tenacidad es consecuencia de una parálisis muscular. Para ese momento nuestro corazón ya experimenta una fibrilación ventricular, término con el que se refiere a la contracción descoordinada de los ventrículos en el órgano que produce latidos cardíacos irregulares. Si no se actúa inmediatamente, la muerte puede llegar en segundos.
Cuando aumentamos la corriente a los 2000 miliamperios (2 amperes) aparecen quemaduras y una pérdida de conciencia instantánea. A este nivel, la contracción muscular inducida por la electrocución se hace tan fuerte que provoca quemaduras internas graves, además de un paro cardíaco. Aquí, terminar muerto es altamente probable.
¿Por qué no somos inmunes a la corriente eléctrica?
Aunque se necesita determinada tensión para generar un flujo de corriente, la cantidad de corriente que pasa por nuestro cuerpo depende de su permeabilidad o, dicho de otra forma, su resistencia. En un entorno real, la resistencia a la corriente eléctrica depende de las condiciones de la piel (si está seca o húmeda). Algunas estimaciones sugieren que una piel mojada ofrece una resistencia de 1000 ohmios, mientras la piel seca eleva esa resistencia a los 500,000 ohmios. El ohmio es la relación entre la tensión de un voltio y una corriente de ampere.
Además, esa resistencia también depende del punto de contacto. En las orejas la resistencia alcanza los 100 ohmios, mientras en los dedos de los pies sube a 500 ohmios. Y es por culpa de esta resistencia finita que no somos inmunes a la corriente eléctrica.
Otro factor importante durante una descarga eléctrica es el tiempo de exposición. El nivel de daño depende mucho del tiempo que el cuerpo se expuso a determinada corriente. Roy Sullivan llegó a sobrevivir siete ocasionas al impacto de un rayo.