Francesco Cenci murió de forma horrenda el 10 de septiembre de 1598. Lo encontraron con el cráneo aplastado afuera del castillo de su familia en Petrella Del Santo, en las inmediaciones de Roma. Nadie creía que su muerte fuera un accidente y la policía rápidamente sospechó de homicidio. Después de todo, este hombre tenía numerosos enemigos, incluyendo sus propios hijos.
Esa reputación de persona non grata provocó encontronazos con la Iglesia en múltiples ocasiones, aunque su privilegiada posición aristocrática le sirvió como escudo. Era de dominio público la aversión que Francesco sentía por sus cinco hijos y Lucrezia Petroni, su segunda esposa.
Beatrice Cenci: la víctima.
Ocasionalmente juraba que los enterraría a todos, y algunos rumores lo señalaban como cómplice en la muerte de al menos uno de sus hijos. Pero, los rumores más macabros proporcionaban detalles sobre una relación incestuosa con su hija Beatrice.
A diferencia de su hermana mayor, que se casó y formó una familia, Beatrice siempre estuvo bajo el incesante control de Francesco Cenci. En este punto es complicado separar los hechos reales de la ficción, pero diversas fuentes aseguraban que el padre abusaba sexualmente de Beatrice. De hecho, Francesco casi se vuelve loco de coraje cuando ella intentó presentar una queja en su contra. Como respuesta, el hombre exilió a la hija y la madrastra lejos de Roma.
Jamás conoceremos los motivos exactos que llevaron a Beatrice, Lucrezia y los hijos sobrevivientes de Francesco Cenci (Giacomo y Bernardo) a planear por primera vez la muerte de su padre. El testimonio conseguido en aquella época probablemente no sea confiable pues, aunque resultó suficiente para una condena, se obtuvo a través de la tortura.
El asesinato de Francesco Cenci.
Aparentemente, en este macabro plan participó Abbe Guerra, un clérigo que vivía enamorado de Beatrice. Como el intento de envenenar a Francesco falló, la familia aplastó su cráneo y lo arrojó por un balcón del castillo intentando que pareciera un accidente. Posteriormente, en medio de un elaborado funeral Beatrice y Lucrezia fingieron muy bien un falso duelo.
Clemente VIII, el papa en ese entonces, encajó las piezas y ordenó que exhumaran el cuerpo de Francesco para hacerle un examen médico. La repentina desaparición de Abbe Guerra, que huyó antes de ser arrestado, y la muerte del asesino que ayudó a consumar el crimen contra Francesco Cenci permitieron al Vaticano construir un caso contra la familia.
Los métodos de tortura empleados en esa época eran más que sádicos. Los primeros en quebrarse fueron Giacomo y Lucrezia, aunque Beatrice resistió el sufrimiento hasta que se enfrentó a los testimonios de su familia. Cada miembro de la familia, incluido Bernardo Cenci (de 12 años), participó en el asesinato de Francesco y los condenaron a muerte. Clemente VIII desestimó todas las peticiones de clemencia y ordenó que se ejecutara sentencia cuanto antes.
Los Cenci condenados a muerte.
El 10 de septiembre de 1599, la familia Cenci desfilaba rumbo a Piazza Castel Sant’Angela para encontrarse con la muerte. En el último instante otorgaron el perdón al pequeño Bernardo. Aunque tuvo que observar cómo ejecutaban a cada miembro de su familia. El niño se desmayó cuando llevaban a Beatrice al cadalso, pero los presentes se encargaron de reanimarlo.
Lucrezia y Beatrice murieron decapitadas, mientras Giacomo fue decapitado, desmembrado y descuartizado (las partes de su cuerpo se colgaron en ganchos de carnicero). Los cadáveres de la familia Cenci quedaron expuestos en aquella plaza hasta la medianoche, después de lo cual se entregaron para cristiana sepultura.
El cuerpo de Beatrice se trasladó en una procesión hasta la iglesia San Pietro in Montorio, donde pidió que la enterraran. El espectáculo duró un día entero y algunos de los presentes sufrieron una terrible insolación.
Como era de esperarse, la fortuna de los Cenci terminó desapareciendo entre las arcas de los partidarios del papa. Bernardo tuvo que pagar una gran multa como condición para que le otorgaran el perdón. Además de Bernardo y los hijos de Giacomo, la familia Cenci prácticamente desapareció, aunque las leyendas en torno a Beatrice Cenci siguen vivas.
El caso de Beatrice Cenci.
Una de estas leyendas afirma que los verdugos encargados de ejecutar las sentencias de muerte perecieron en el transcurso de un mes, uno por suicidio y el otro asesinado. Beatrice se convirtió en una leyenda que surgía con cada aniversario luctuoso en la plaza donde murió.
El caso de Beatrice Cenci es motivo de análisis en numerosos libros, obras de teatro, una ópera y una película. Escritores de la talla de Alexander Dumas reseñaron extensamente el espeluznante crimen asociado a su nombre. Trágicamente, el caso de la familia Cenci sigue vigente en la violencia doméstica que prevalece en nuestros días.
Es común saber de casos donde las víctimas recurren a la violencia como último recurso para protegerse de los abusadores. Si visitas Roma, tienes oportunidad de observar el retrato de Beatrice (pintado poco después de su muerte) en la galería Barberini. También encontrarás el Palazzo Cenci, donde vivía. En el Museo de Criminología de Roma se exhibe la hoja con que la decapitó el verdugo. Son pequeños recuerdos de una trágica historia con un final brutal.
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