La cabeza que aparece en la siguiente imagen pertenecía a quien en vida respondiera al nombre de Diogo Alves, un brutal asesino en serie que terminó con la vida de varias personas entre 1836 y 1839 en el Valle de Alcántara, en Portugal. El modus operandi de Alves era asaltar a sus víctimas, asesinarlas y arrojar los cadáveres al Acueducto de las Aguas Libres.
Al principio, la policía de la localidad creyó que se trataba de un brote de suicidios o un suicidio en masa, debido a la cantidad de cadáveres encontrados en el mismo lugar. Tras un ataque a la residencia de un médico del lugar, donde mató a cuatro personas, Diogo fue a la cárcel, enjuiciado y condenado a morir en la horca en febrero de 1841.
Me quedo con tu cabeza.
En esa época, la frenología se encontraba en pleno ascenso. Esta no era más que una teoría médica (algunos la han denominado pseudociencia) donde se sugería que cada facultad mental se localiza en una región de la corteza cerebral, y que las dimensiones de cada región resultan directamente proporcionales al desarrollo de la facultad correspondiente.
Los seguidores de la frenología tenían la creencia de que al estudiar el cráneo del asesino podrían encontrar respuestas sobre la crueldad de los crímenes que cometió.
La bien preservada cabeza del infame Diogo Alves, 176 años después de su muerte, se encuentra en un frasco de vidrio en la Universidad de Lisboa, en la Facultad de Medicina.