Un pelotón de fusilamiento mexicano afina los últimos detalles para ejecutar al emperador Maximiliano I. Es el 19 de junio de 1867 y el monarca pretende afrontar su trágico destino en tierras mexicanas de la forma más honorable posible. A la vieja usanza europea, Maximiliano se para frente a sus verdugos y entrega una moneda de oro a cada uno. Les pide que apunten bien, pues si erran el blanco terminarán destrozando su cuerpo y esto causaría gran conmoción para su familia en Europa.
Con el permiso de la alborada y justo antes de que el reloj marque las 7 a.m., los fusiladores accionan los rifles y el emperador Maximiliano I del Segundo imperio mexicano pierde la vida. A diferencia de lo que sucedió en la conquista, Maximiliano no era la clase de gobernante déspota y demente que invade un territorio por nada más que la dominación.
De hecho, su hermano era Francisco José I de Austria, uno de los monarcas más poderosos de la historia contemporánea. Además, sus acciones en México estuvieron avaladas directamente por Napoleón III Bonaparte. Entonces, ¿qué serie de desafortunados eventos condujeron al fusilamiento del hermano de Francisco José en México? ¿Qué intenciones tenían los franceses con este país de Norteamérica?
La segunda intervención francesa en México.
Para comprender cómo llegó Maximiliano I al paredón de fusilamiento hay que remontarnos algunos años en la historia de México. Para ese momento habían transcurrido casi cuatro décadas desde la consumación de la Independencia en 1821. Y México estaba profundamente endeudado con sus acreedores en Europa.
Los británicos solicitaban el pago de más de un millón de pesos. Por otro lado, la guerra de Santa Anna contra Texas sumó al país una deuda de más de dos millones de dólares. Pero, la peor era la deuda que México tenía con Francia: pretendían recibir más de diez millones de pesos que se acumularon por una serie de intereses ridículamente altos.
Ante los crecientes problemas financieros en el país, Francia, Reino Unido y España conformaron un grupo para recuperar la deuda. En 1861, acordaron impulsar una intervención militar en territorio mexicano única y exclusivamente para cobrar lo que se les debía. A finales de ese mismo año, Francia inició la invasión de México a través del Puerto de Veracruz. Sin embargo, los franceses se embarcaron en la invasión con objetivos mucho más imperialistas.
España y Gran Bretaña desplegaron su temible fuerza naval frente a las costas mexicanas para intimidar al gobierno. Pero, Francia desembarcó tropas regulares y rápidamente organizó planes para apoderarse de la capital. La Ciudad de México quedó bajo el control francés en 1863. Y rápidamente convencieron a la descontenta clase política mexicana de que el país brillaría bajo un gobierno monárquico respaldado por Europa.
Prometieron que, bajo la guía de un emperador europeo, México se modernizaría rápidamente y estaría en sintonía con el desarrollo del resto de Norteamérica. De hecho, algunos sectores de la sociedad mexicana llevaban décadas soñando con instaurar una monarquía nativa. Francia no lo pensó dos veces y capitalizó estos anhelos para su beneficio.
Segundo imperio mexicano.
El 11 de julio de 1863, la Asamblea de Notables vota a favor de establecer una monarquía en México con un gobernante europeo. Poco después, el archiduque austríaco Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena recibe una invitación formal para convertirse en el nuevo emperador de México.
La decisión motiva un profundo rechazo entre grandes sectores de la población mexicana, que en su mayoría apoyaban al presidente liberal Benito Juárez. En ese momento de la historia, las fuerzas republicanas tuvieron que lidiar con la ocupación francesa y un imperio ilegítimo surgido gracias a la inestabilidad y caos en la política del país.
Al nombrar un monarca proveniente de una antigua familia europea, Francia sacó el cobre y pronto se hicieron evidentes sus ambiciones. Napoleón III imaginó a un poderoso aliado francés al frente del estado mexicano. Un país subyugado que serviría como “proxy” para instaurar un renovado sistema monárquico en Norteamérica.
Evidentemente, también buscaban poner un límite a la influencia regional de los Estados Unidos. Pues, hasta ese momento, las potencias del Viejo Mundo permitieron a los estadounidenses crecer y expandirse casi sin obstáculos. Poco después de la histórica votación celebrada en la Asamblea de Notables, Maximiliano se subió a un buque de guerra francés y zarpó hacia México para inaugurar su reinado.
Llegada de Maximiliano I a México.
El flamante emperador desembarcó en las costas mexicanas en el verano de 1864. Maximiliano I iba acompañado de su esposa Carlota, la única hija del rey Leopoldo I de Bélgica. Rápidamente intentó neutralizar a los liberales atrayéndolos a su causa. No le convenía que siguieran apoyando a las fuerzas republicanas, además que requería del cierto apoyo popular para impulsar sus reformas.
Pretendía modernizar México y llevar sus instituciones a un sistema fuertemente influenciado por los franceses. Irónicamente, sus reformas resultaron impopulares entre la sociedad mexicana. Incluidos aquellos sectores conservadores que respaldaron su llegada a México y parecían incondicionales. Su visión del futuro y los ideales europeos que intentó implantar en los mexicanos resultaron extremadamente progresistas para la época.
Para la mayoría de los liberales era insultante que un monarca de ascendencia europea estuviera al frente del país. Y los dolorosos recuerdos del dominio español terminaron por alienarlos de una vez por todas. Además de las tropas francesas estacionadas en la capital, Maximiliano tenía muy pocos aliados y conforme pasaba el tiempo su imperio se hacía insostenible.
Doctrina Monroe e intervención estadounidense.
Hoy, parece extraño que esta tragicomedia se desarrollara durante tanto tiempo en México. Pero, los franceses aprovecharon el estallido de la guerra civil estadounidense en 1861 para invadir nuestro país. Conforme el conflicto al norte escalaba, los europeos estacionados en México aprovecharon la oportunidad y tomaron silenciosamente la Ciudad de México.
Esperaban que Estados Unidos se dividiera en dos, dejando los enormes territorios y fronteras occidentales en disputa. O que la guerra afectara la capacidad de los estadounidenses para administrar efectivamente la situación en el sur. Eran carroñeros, esperando sacar algún provecho de la muerte.
En 1865, la guerra civil llega a su fin y, para consternación de los franceses, Estados Unidos vuelve inmediatamente su atención hacia su vecino en el sur. El presidente Andrew Johnson consideró que la incipiente monarquía encabezada por Maximiliano I era una afrenta a la Doctrina Monroe. Poco después, empezó a proveer de armas y dinero a las tropas republicanas.
La caída del imperio de Maximiliano I.
La situación resultó de la peor forma para las ambiciones de Francia cuando las fuerzas liberales en México recuperaron fuerzas para continuar la lucha. Aunque mantuvieron el control de la capital, carecían de tropas para seguir controlando al país. Maximiliano I seguía aferrado a la idea de que sus políticas conquistarían a los locales y le permitirían gobernar en México con una fuerza leal. Jamás sucedió y los franceses quedaron atrapados ocupando el país por cuenta propia.
Eventualmente, quedaron sitiados diplomática y militarmente. Para empeorar la situación, las tensiones entre Francia y Prusia empezaban a calentar el terreno en Europa, por lo que Napoleón III optó por concentrar todas sus fuerzas y evacuó a los invasores. En 1866, las tropas francesas recibieron la orden de regresar a Francia para defender la patria.
Maximiliano I se quedó solo en un país que jamás lo quiso. Los franceses le ofrecieron la oportunidad de evacuar con el ejército para que regresara a Europa junto a su amada Carlota. Sin embargo, el emperador veía la retirada como una afrenta a su honor y ni siquiera consideró la oferta. Cuando las tropas mexicanas recuperaron el control de la capital y capturaron al emperador, lo sentenciaron a muerte.
Nota Cortesia de Gaby el comunista mojado
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