Un equipo de médicos en Texas, Estados Unidos, reseñó este peculiar caso de un hombre de 43 años oriundo de Panamá. El paciente tuvo que someterse a una cirugía de emergencia tras ingresar al hospital con un escroto tan inflamado y enorme que colgaba más allá de sus rodillas. Lo más increíble es que el padecimiento venía afligiendo al hombre desde hacía al menos tres décadas.
Para el momento en que los médicos entraron en acción, el órgano ya pasaba por un proceso grave de putrefacción, liberando pus y mal olor.
Aunque el equipo médico realizó diversos exámenes sanguíneos, no fue capaz de determinar el origen del problema que mantenía tan inflamados los testículos. Sin embargo, sospechaban que se trataba de una elefantiasis no tratada, una enfermedad parasitaria protagonizada por gusanos que son transmitidos en las picaduras de mosquitos.
Filariasis linfática.
Aunque la filariasis linfática, como también se le conoce a la enfermedad, afecta a más de 120 millones de personas en regiones tropicales y subtropicales de África, Asia, el Pacífico y algunas regiones del Caribe y Sudamérica, es prácticamente inexistente en el mundo desarrollado.
Cuando los gusanos llegan al torrente sanguíneo, pasan a vivir y reproducirse en el sistema linfático generando inflamación. Aunque muchos pacientes no manifiestan síntomas, otros pueden desarrollar una inflamación severa y problemas en el escroto (una condición referida en la jerga médica como hidrocele, o acumulación de fluido en la membrana que recubre a los testículos).
Cuando el enfermo no recibe tratamiento, el padecimiento puede progresar y generar disfunciones en el sistema linfático, así como infecciones bacterianas.
El hombre ingresó al hospital con fiebre y arritmia cardíaca, además de una severa hinchazón en la zona del escroto y los muslos. También presentaba heridas en los testículos. Le confesó a los médicos que requería del apoyo de un bastón para poder desplazarse, y que su madre lo había estado apoyando con las tareas cotidianas.
Los rayos x de su pelvis y región abdominal revelaron una gran hernia y absceso, además de un daño considerable en los tejidos de la zona. Para evitar que se desarrollara una condición potencialmente fatal, como la gangrena o sepsis, los médicos tuvieron que remover el tejido putrefacto del hombre en cirugía. Sin embargo, la inflamación no mejoró después que recibió antibióticos vía intravenosa.
De esta forma, el personal médico tomó la decisión de retirar su escroto y testículo izquierdo, así como reparar la hernia. También le hicieron una cirugía plástica para repararle el perineo y pene, que habían quedado «sepultados» por el enorme escroto.
Tras un mes en el hospital, el hombre aseguraba «sentirse bien con los resultados cosméticos y funcionales» de su operación, según el informe del caso.