sábado, 16 de noviembre de 2019

el legendario nigromante que invocaba a los muertos

Durante el siglo XIX, el socialista francés Éliphas Lévi destacó en el mundo del ocultismo por su conocimiento esotérico. Estaba particularmente interesado en la nigromancia: disciplina cuyo objetivo primordial es invocar a los muertos. Sin embargo, las ceremonias de Lévi no buscaban demostrar públicamente sus poderes, de hecho, prefirió reservarlas a las diversas sociedades secretas de las que formaba parte. “Practicar magia es ser charlatán. Saber magia es ser sabio”, decía Lévi.
Eliphas Lévi

Escribió un libro titulado Magia trascendental donde relata su viaje por Inglaterra, donde era muy solicitado por sus rituales.

Magia trascendental.

“Inmediatamente me solicitaron que hiciera maravillas, como si fuera un charlatán, y sentí un poco de desánimo porque, hablando con franqueza, lejos de experimentar esa motivación por iniciar a otros en los misterios de la magia ceremonial, me había reducido a las ilusiones hasta el hartazgo. Además, estas ceremonias requerían equipo que sería costoso y difícil de conseguir”.
Pese a su renuencia a compartir su conocimiento esotérico con el resto, le hicieron una solicitud que no pudo rechazar. Según consta en un relato disponible en el libro de Lévi, una anciana que formaba parte de una sociedad secreta le solicitó un ritual de invocación para un poderoso hechicero muerto. La mujer creía que convocando al hechicero del más allá, le sería revelada la respuesta a una pregunta que debía resolver con urgencia. Como pago por su servicio, Lévi recibiría todo el material necesario, dispositivos mágicos y multitud de libros raros.
la doctrina de la magia trascendental
“[…] eran cuatro espejos cóncavos y una especie de altar con una tapa de mármol blanco, circundados por una cadena de hierro magnetizado. El signo del pentagrama […] estaba grabado y cubierto con oro en la superficie de mármol blanco. También fue inscrito con diversos colores sobre una piel de cordero blanca que se estiraba bajo el altar. Al centro de esta mesa de mármol se encontraba un pequeño cáliz de cobre que contenía carbón de aliso y madera de laurel. Otro cáliz fue puesto frente a mí sobre un trípode. Estaba vestido con una túnica blanca […] y sobre la cabeza llevaba una corona de hojas de verbena, entrelazadas a una cadena de oro. Con una mano sostenía una espada nueva, y con la otra el «Ritual». Encendí un par de llamas con las sustancias requeridas y empecé a leer las evocaciones del ritual en una voz baja que fue aumentando gradualmente”.
A medida que progresaba el ritual, se dice que un denso humo se extendió por la habitación y la tierra empezó a temblar.
“Arrojé más ramas y perfumes a los cálices, y cuando la llama se reavivó vi claramente, frente al altar, la figura de un hombre mucho más alto a lo normal que se disolvió y desvaneció. Reanudé las evocaciones y me ubiqué al interior de un círculo que había trazado previamente entre el trípode y el altar […] Cuando volví a mirar, frente a mí estaba un hombre envuelto en una especie de sudario gris. Era esbelto, melancólico y sin barba”.

Invocando a los muertos.

El hechicero muerto fue invocado a la habitación. Posteriormente, Lévi menciona que le hizo dos preguntas a esta figura, una para la anciana y otra para él. Supuestamente, la respuesta fue la misma para ambas: «muerte».
Lévi no especifica detalles sobre sus consultas, pero menciona que hacían referencia a otras personas.
En la obra se menciona que el hechicero repitió el ritual un par de ocasiones más, registrando que se suscitaron los mismos eventos. Muchos años después de abandonar las prácticas ocultas, Lévi llegó a declarar que la magia ceremonial lo había afectado profundamente.
“Ya no era el mismo hombre. Algo del otro mundo se había quedado”.
invocando a los muertos
En el libro hace una clara advertencia al resto, asegurando que los rituales nigrománticos son «destructivos y peligrosos». Lévi menciona que sí se practican regularmente, “ni la salud moral ni la física pueden soportarlo”.
Pero, Lévi tuvo cuidado de mantener en secreto la identidad de la anciana, sobre todo porque provenía de una familia prestigiosa, y dice que en aquella ceremonia no encontró más que la locura. Lévi afirma que se volvió adicta a las prácticas oscuras de la nigromancia y, al final, enloqueció.