El 12 de agosto de 1985, 524 pasajeros a bordo de un Boeing 747 sufrieron un auténtico calvario. Aquel accidente que terminó con el avión de la Japan Airlines siniestrado no es el único en la historia causado por fallas en el mantenimiento. Sin embargo, pasó a la historia como uno de los casos más dramáticos a causa de una costumbre en la cultura japonesa.
Una falla técnica en pleno vuelo sería causante del desastre más mortífero involucrando a una sola aeronave en la historia de la aviación. Además de las vidas perdidas, la tragedia es recordada por la forma en que las víctimas afrontaron la posibilidad de la muerte. Peor aún, entre el inicio y desenlace de la tragedia transcurrió un tiempo inesperadamente largo: 32 minutos.
En este lapso, muchos pasajeros decidieron dejar para la posteridad sus últimas palabras, garabateadas en trozos de papel. Era un vuelo rutinario de 400 kilómetros de Tokio a Osaka que despegó a las 6 de la tarde con 12 minutos. En vísperas de un día feriado en la tradición japonesa, la aeronave se abarrotó de personas ansiosas por reencontrarse con sus familias.
La catástrofe.
Después de 12 minutos en vuelo inició la pesadilla. Yumi Ochiai, uno de los cuatro sobrevivientes al accidente relató los siguiente: “se escuchó un estruendo en algún lugar del fondo. Al poco tiempo, la cabina se llenó de una niebla blanca. Se abrió un agujero en el fuselaje y las máscaras de oxígeno empezaron a caer”.
Una investigación posterior revelaría la causa del accidente. Siete años antes, la aeronave hizo un aterrizaje fallido en el que la cola terminó impactando contra la pista. El golpe terminó dañando un sello, una especie de compuerta en la parte trasera del avión que mantiene la presurización en la cabina de pasajeros. El sello no fue reparado correctamente y terminó colapsando durante el vuelo.
La ruptura de aquella tapa terminó generando una grieta en el fuselaje. A través de este hueco, el aire presurizado en la cabina empezó a salir a velocidades supersónicas. La potente ráfaga terminó damnificando el estabilizador vertical, la enorme aleta que se puede observar en la cola de estos aviones. En ese punto, la tripulación perdió el control del avión.
Afrontando la muerte.
Al percatarse de la situación tan grave en la que se encontraban, muchos pasajeros tomaron lápices y bolígrafos y empezaron a escribir un último mensaje para sus seres queridos. Varios mensajes fueron localizados durante las operaciones de rescate. La mayoría eran mensajes cortos, garabateados en trozos de papel higiénico. Otros, que fueron escritos en hojas de agenda, eran mucho más largos. Uno de los pasajeros se despidió escribiendo siete páginas.
Respirando a través de las máscaras de oxígeno y soportando el frío intenso que invadía a la aeronave los pasajeros intentaban escribir. Mientras tanto, la tripulación buscaba estabilizar el avión y regresar al aeropuerto de Haneda, en Tokio. Los esfuerzos fueron en vano. Una sinfonía de alarmas invadió la cabina y el avión empezó a perder altura a gran velocidad.
En el compartimiento de pasajeros, un administrador de empresas de 52 años llamado Hiroshi Kawagushi se despedía de su familia: “el avión desciende rápidamente. Agradezco por la vida feliz que tuve hasta hoy. Adiós”. El oxígeno suministrado a través de las máscaras, que dura entre 15 y 28 minutos, se terminaba, pero la muerte no elegiría la asfixia para arrebatar la vida a todas esas personas de una sola vez.
A las 6 de la tarde con 56 minutos, el vuelo 123 de la Japan Airlines se esfumó de los radares adentrándose en el Monte Takamagahara en una melancólica puesta de sol. Cuatro pasajeros, ubicados en el fondo, sobrevivieron al impacto y la falta de aire. Una niña de 12 años, localizada entre las ramas de los árboles, se encontraba entre los sobrevivientes.
Los mensajes de despedida.
«Isho» es un término japonés que hace referencia a las últimas palabras escritas por una persona, una especie de testamento. Entre aquellos destrozos se encontraron muchos de estos mensajes de despedida. Estas son algunas palabras que escribieron las personas antes de perder la vida.
«Sé fuerte. Cuida a los niños». – Kazuo Yoshimura.
«Que todos vivan felices. Adiós». – Sumiko Kentaro.
«No hay oxígeno. Me siento mareado. En el compartimiento de pasajeros escucho voces pidiendo que cada uno de nosotros saque lo mejor de sí. No comprendo muy bien lo que sucedió. El avión se balancea a la izquierda y a la derecha, baja rápidamente. Creo que voy a morir». – Ryohei Murakami.
«Tengo miedo. Tengo miedo. Tengo miedo. Que alguien me ayude. No quiero morir». – Mariko Shirai.