Se sospecha que el último ejemplar de oso pardo genéticamente puro y “autóctono” de los Pirineos murió a manos de un cazador en 2004. Afortunadamente, desde 1996 la reintroducción de la especie ha tenido mucho éxito en esta zona, tan solo este año se registraron 10 nuevos nacimientos. Sin embargo, uno de estos osos fue la causa de una auténtica masacre hace dos semanas cuando indujo a más de 200 ovejas al suicidio.
Los expertos creen que en la comunidad de Couflens, en Francia, un oso pardo atacó a uno de los animales de un granjero local desencadenando el pánico en el rebaño entero al punto que todas las ovejas terminaron cayendo por un precipicio. En total, 169 ovejas encontraron su final al fondo de un valle en el poblado español de Landorre, mientras que las 31 restantes quedaron del lado francés de la cordillera.
Este trágico suceso reavivó la discusión entre granjeros y ambientalistas. Y es que entre los esfuerzos que realiza el gobierno francés para preservar la especie, se encuentra el incremento de las áreas de preservación, además de la introducción de osos eslovenos en la región donde ocurrió la tragedia. Sin embargo, esto no es del agrado de los granjeros locales, que deben asumir parcialmente las consecuencias cuando los osos deciden atacar a sus rebaños.
Se cree que, cada año, los osos son responsables por la muerte de 300 ovejas en esta zona de los Pirineos. Y aunque los granjeros que llegan a perder animales en estas situaciones reciben una compensación económica por parte del gobierno, creen que lo mejor sería no reintroducir osos en las zonas donde suelen criar a sus rebaños. Se estima que la población de ovejas es de medio millón, con aproximadamente 15,000 muertes al año – por enfermedades, caídas o ataques. La cantidad de ovejas resulta gigantesca si se compara con los 30,000 osos que habitan en la zona.