Uno de los aspectos más inquietantes en el caso de Jesse Pomeroy, el adolescente demoníaco que aterrorizó Boston en el siglo XIX, quizás sean sus relatos sobre el demonio rojo, un tipo de alter ego que asumía siempre que estaba a punto de cometer uno de sus atroces crímenes.
El demonio rojo, según el propio asesino, sería una entidad independiente, un ser malvado que se manifestaba a través de él y que le otorgaba capacidades sobrenaturales. Pomeroy aseguraba que el demonio le otorgaba fuerza, velocidad, furtividad y la capacidad de hacerse invisible. Este demonio habría ocultado a Jesse y una de sus víctimas, Horace Millen, cuando ambos se encontraban en una playa llena de testigos y nadie notó la presencia del asesino y la víctima a pocos metros de distancia. Aunque Millen lloró y pidió auxilio, las personas cercanas fueron incapaces de escuchar los lamentos.
Alucinaciones de los asesinos.
Al contar esta historia, el asesino afirmó de manera categórica que la “ayuda” del ente sobrenatural resultó esencial para que siguiera asesinando. Es más,
Pomeroy aseguró que si no lo hubieran capturado, probablemente hubiera seguido sumando víctimas inocentes: “el demonio me inspiraba y ayudaba a hacerlo”.
Cuando describía los crímenes, tanto las golpizas como los asesinatos de manera detallada, Jesse decía que se veía a sí mismo en la forma del demonio rojo, un ser con piel escarlata, ojos blancos y cuernos. Mientras utilizaba un depósito de ferrocarril como guarida, llegó a colgar un espejo en la pared para verse a sí mismo en su forma diabólica. El adolescente relató a sus interrogadores que cuando se pintaba el rostro con tinta roja o sangre, inmediatamente sentía la presencia del demonio rojo. Era como una señal para que pudiera transformarse.
Jesse Pomeroy en la adultez.
La psiquiatría reconoce que los asesinos seriales desarrollan, individualmente, un meticuloso ritual personal en el que fantasean con determinado suceso. Cuando dicho escenario, concebido una y otra vez por sus mentes, se presenta en la realidad, se ven inmersos en un torbellino de emociones. Desde un punto de vista neurológico, sus cerebros sufren una activación acelerada, produciendo sustancias químicas en cantidades enormes capaces de promover delirios y alucinaciones.
Fabricando una fantasía.
Muchos asesinos que padecen esquizofrenia u otros desórdenes mentales suelen recurrir a fantasías sumamente elaboradas para justificar sus crímenes. Algunos se ven a sí mismos como individuos diferentes, completamente capaces y totalmente inamovibles. Otros se ven en el papel de la víctima, esto cuando no imaginan a la víctima como alguien a quien desean lastimar. No son raros aquellos que creen que existen personas atestiguando el crimen, estos suelen escuchar voces, percibir olores y sentirse transportados a otros sitios significativos. El enorme torrente de sustancias químicas producidas por sus cerebros, liberadas gracias a la consumación de sus fantasías, se manifiesta en todo tipo de experiencias.
Jefrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee, se veía a sí mismo como un hombre mucho más fuerte de lo que realmente era. Ed Gein y
Ted Bundy veían respectivamente en sus víctimas, la figura de una madre y una ex novia. Estas visiones los llenaban de determinación e impulsaban matar sin ningún tipo de piedad. El maniático Andrei Chikatilo escuchaba a las prostitutas que se convertirían en sus víctimas riéndose de él momentos antes, incluso cuando las mujeres estaban en silencio.
David Berkowitz, el famoso hijo de Sam, escuchaba voces que le daban órdenes entre los ladridos de los perros de su vecindario, invitándolo a matar. Richard Ramírez estaba convencido que Satanás le enviaba mensajes entre los solos de guitarra de bandas de heavy metal donde le ordenaba matar. Durante el estado de frenesí alcanzado en los crímenes que llevó a cabo, Ramírez se veía a sí mismo como un demonio, en un delirio muy parecido al de Jesse Pomeroy.
Richard Ramírez
Muchos investigadores contemporáneos creen que Pomeroy deliraba con el demonio rojo como una forma de externar sus frustraciones personales. Toda vez que tenía un largo historial de agresión, sufriendo maltratos frecuentes por parte de su padre, fabricó un alter ego con la capacidad no sólo de soportar toda esa brutalidad, sino también de descargarla sobre otros. Jesse se veía a sí mismo como un niño débil, pero cuando aparecía el demonio rojo, se convertía en un ser poderoso capaz de lastimar a las personas de la misma forma que su padre lo hacía con él. Jesse se equiparaba a su padre, compartiendo su fuerza y autoridad.
Alucinaciones en las víctimas.
Sin embargo, no resulta nada extraño que durante el frenesí los asesinos experimenten alucinaciones, ¿pero qué pasa cuando las víctimas describen a los asesinos como si fueran demonios, monstruos y criaturas sobrehumanas?
No faltan los testimonios de víctimas que sufrieron violencia extrema o tortura y que describen a sus verdugos como monstruos sobrenaturales. Hasta hace poco, estos testimonios eran desechados bajo la sospecha de que el criminal pudiera haber utilizado un disfraz en su intento de aterrorizar a la víctima. Tampoco se podía descartar la posibilidad de que el asesino usara narcóticos u otras sustancias capaces de promover las alucinaciones.
Sin embargo, varios estudios apuntan a que las alucinaciones pueden generarse en personas que no padecen enfermedades mentales. Una severa privación del sueño, la inanición y deshidratación pueden traer como resultado alucinaciones. La transición entre el estado de vigilia y el sueño (y viceversa) repetidamente también puede generar agotamiento y ocasionar alucinaciones. Finalmente, el estrés generado por el choque postraumático y por situaciones extremas (como la tortura) son disparadores para los delirios alucinógenos. Según un estudio, las víctimas de violencia extrema pueden llegar a ver a sus agresores como demonios o monstruos. En determinados casos, las víctimas sufren no sólo alucinaciones visuales y auditivas, sino también olfativas y táctiles que son mucho más raras.
Demonios sin piedad.
Una grabación realizada por el atroz asesino en serie Denis Rader (conocido popularmente como B.T.K) a una de sus víctimas, presenta un delirio de esta naturaleza. La víctima, una mujer que había pasado por una terrible tortura física y mental, empezó a ver a Rader como un monstruo abominable y no como un ser humano. Tras repetidas sesiones de tortura, la mujer gritaba siempre que él se aparecía en la habitación que servía para su cautiverio. Decía cosas como “eres un demonio, puedo ver tu verdadera forma”. En entrevistas posteriores, el asesino relató que varias de sus víctimas mostraron este comportamiento.
Una de las víctimas de Peter Sutcliffe, que escapó de su asesinato, describió al infame “destripador de Yorkshire” como una criatura infernal, con las piernas de una cabra y cuernos. La mujer fue incapaz de hacer un reconocimiento positivo durante el juicio. Lo único que recordaba era estar frente a un ser demoníaco y no a un hombre.
Otro sobreviviente, atacado por el maniático de la costa oeste de los Estados Unidos, el infame Zodíaco, agonizó a los pies del asesino después de ser repetidamente acuchillado. Pese a que escapó con vida y vio al perpetrador a pocos metros, lo único que pudo describir es que el hombre exhalaba un hedor insoportable a azufre.
El cerebro.
Se cree que la mente de la víctima crea alucinaciones para intentar apaciguar el horror por el que está pasando. Es una forma en que el cerebro procesa la información interpretando que “nada en el mundo real podría ser tan terrible”. Es una teoría muy controversial entre los investigadores que cuenta con defensores y detractores por igual.
Quizá esta sea la explicación lógica detrás de los monstruos aterradores en que las personas creían en el pasado, como los hombres lobo y vampiros. Según sugieren estos testimonios, esos monstruos son mucho más reales de lo que uno pudiera suponer.