El 21 de agosto de 1986, Camerún estaba a punto de experimentar el peor desastre natural en su historia. Durante tres días a partir de esa fecha, poco más de 1,700 personas murieron sofocadas en sus casas y hasta en medio de las calles mientras conducían sus vehículos.
Tiempo después se supo que la raíz de esta tragedia fue una nube de dióxido de carbono que emergió de un lago azul en la región, se trata del Lago Nyos, situado en un cráter volcánico al noreste del país. Aquella nube mortal, mucho más densa que el aire, se desplazó por los valles de la región a lo largo de 25 kilómetros, quitando la vida a 1,746 personas y a 3,500 animales de granja.
Aquellos que encontraron los cadáveres en las villas de Cha, Nyos y Subum tuvieron que enfrentarse a una escena poco común y perturbadora: ningún ser vivo se movía, ni siquiera las moscas, que también perecieron en el lugar.
Relatos de sobrevivientes.
Aquellos que tuvieron la fortuna de sobrevivir, quedaron inconscientes durante varias horas y al despertar encontraron que toda su familia y animales en los rebaños de la región habían muerto. Muchos creyeron que se trataba de una plaga bíblica, que el espíritu del lago estaba furioso o que se trató de un ataque terrorista.
Uno de los afortunados sobrevivientes fue Joseph Nkwain que despertó tres horas después del paso de la nube, y relató su experiencia al investigador Arnold Taylor, de la Universidad Playmouth, en el Reino Unido: “no podía hablar. Me quedé inconsciente. No podía abrir la boca pues había un olor terrible. Escuché a mi hija roncando de una manera aterradora, muy fuera de lo normal. Cuando intenté llegar hasta su cama, me desvanecí y terminé en el suelo. Quería hablar, pero el aire no salía de mis pulmones. Mi hija ya había muerto”.
Después de la tragedia el gobierno de Camerún encomendó algunos estudios para dar con la causa de esta catástrofe, y para garantizar que aquello no se fuera a repetir. Los organismos ambientalistas instalaron sensores de dióxido de carbono en la zona del lago y los conectaron a sirenas que pueden alertar a las personas en la zona para que escapen lo más pronto posible del lugar.
Además, entre 2001 y 2011 se instaló un sistema de tuberías que succiona dióxido de carbono directamente del lecho de lago y lo libera de forma gradual a la superficie, evitando las grandes acumulaciones.
Las teorías sobre la tragedia.
Los pocos habitantes que quedaron en la localidad informaron haber escuchado un estruendo la noche del día 21 de agosto y salieron de sus hogares para investigar. Una nube con más de 50 metros de alto se formó sobre la superficie del lago y, por su mayor densidad respecto al aire, se desplazó por las zonas más bajas de la región.
La mañana siguiente, el lago presentaba una coloración extremadamente distinta a lo habitual. Solía tener un hermoso tono azul, y ese día estaba completamente café. La vegetación que circundaba el lago también fue destruida.
Debido a que se encuentra en una región volcánica, no olvidemos que está sobre un antiguo cráter, el agua de este lago es inyectada con dióxido de carbono que escapa del magma en la parte inferior. Por lo general, miles de toneladas de dióxido de carbono pueden ser contenidas por el agua, pero ese día algo provocó que fuera liberado intempestivamente.
El geólogo David Bressan explica que los gases volcánicos emanados de las capas inferiores del suelo se disuelven y quedan concentrados en las aguas más profundas. La temperatura cálida del agua en la superficie forma una especie de barrera que mantiene el agua fría y concentrada en dióxido de carbono atrapada en el fondo.
Lo que no quedó claro para los científicos es lo que causó la ruptura en esta barrera. Quizá se debió a un sismo débil, una erupción volcánica o incluso el deslizamiento de rocas en los márgenes del lago.
Registros previos del fenómeno.
Apenas dos años antes de esta catástrofe, un evento parecido sucedió en el lago Monoun. En ese episodio, la nube de dióxido de carbono mató a 37 personas. Tampoco pudo explicarse lo que desencadenó la liberación del mortal gas.