Madame Bobin. En 1901 regresó a su hogar en Gran Bretaña a bordo de un barco llamado “La Plata” y fue diagnosticada con fiebre amarilla. Estaba embarazada y volvía de un viaje a Senegal, por lo que sus malestares fueron rápidamente asociados a dicho padecimiento, común en África y Sudamérica por aquella época. Bobin fue puesta en cuarentena y dada por muerta cuando los músculos se le pusieron rígidos y la cara le palideció.
Poco después de haber sido enterrada, una enfermera del hospital donde quedó establecida la cuarentena expresó ante el padre de Bobin que el cuerpo de su hija no estaba frío y que en su abdomen había músculos trémulos, por lo que a ella le parecía aún con vida cuando fue declarada muerta. Los restos se exhumaron y se descubrió el cadáver de un recién nacido muerto por asfixia. La autopsia reveló también que Bobin falleció de asfixia y que no había contraído fiebre amarilla.
En febrero de 1885, el diario The New York Times publicó la historia de un hombre identificado como “Jenkins”, quien fue declarado muerto después de pasar varios días en cama, primero con fiebre y después gélido, sin moverse y sin pulso aparente. Jenkins fue enterrado pese a que las personas que pusieron su cuerpo en el ataúd afirmaron que estaba tan flexible como el de una persona viva.
Días más tarde, el féretro fue exhumado con el objetivo de hacer un reacomodo en el mausoleo familiar donde yacía. Los encargados de hacer el traslado abrieron el ataúd para evaluar si el cuerpo podía viajar tal como estaba o si era más conveniente llevarlo en una base de metal y descubrieron el cadáver boca abajo, con trozos de cabello y arrancado en sus manos, además de varias rasgaduras en la tela del sarcófago.
Mary Norah Best. En 1871 fue declarada muerta de cólera en Calcuta, India. Ahí fue introducida a un féretro y llevada a una cripta familiar que estaba al nivel del suelo. Años después, la cripta fue abierta para que albergara el cadáver de un tío de Norah. Entonces, se encontró en el piso de la cripta al ataúd que contenía el cadáver de Norah, el cual estaba mitad fuera y mitad dentro de la caja.
La hipótesis más aceptada sobre este caso indica que Norah fue envenenada por el cirujano que la declaró muerta precipitadamente; él obtendría algún beneficio con su deceso. Después, Norah habría despertado encerrada en un ataúd y lo habría hecho caer al suelo con un movimiento brusco. Roto, el féretro le habría permitido salir, de no ser porque el golpe de la caída la hizo desmayarse, perder la conciencia y morir.
En diciembre de 1877, la “Gaceta Médica Británica (British Medical Journal)” publicó un artículo sobre el caso de una mujer desconocida quien fue enterrada en una fosa común. Días después del suceso, la tierra que ella tenía encima fue removida para sepultar ahí otro cuerpo y se observó que la manta en que el supuesto cadáver de la desconocida estaba envuelto se hallaba totalmente rasgado. La mujer incluso se había roto las extremidades tratando de salir de su sepulcro.
Miss Hockwalt. El día de la boda de su hermano, el 10 de enero de 1884, se le encontró desvanecida y sin signos vitales sentada sobre una silla. Un médico la dio por muerta y fue enterrada al día siguiente. Poco después, un par de amigas que notaron demasiado brillo en su semblante convencieron a sus padres de que la podían haber enterrado viva. El cuerpo fue exhumado y se le encontraron los dedos carcomidos y los cabellos arrancados por las manos. Así lo relató una nota periodística del 8 de febrero de 1884, publicada en diario The New York Times.
En México, Joaquín Pardavé, actor, director y guionista del cine mexicano, fue diagnosticado con catalepsia, que es un estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales. A decir de sus familiares, ninguna de las veces que tuvo esa condición se le dio por muerto. Sin embargo, algunos periódicos difundieron el rumor de que había sido enterrado vivo el 20 de julio de 1955, aunque en este caso no hubo mayores detalles.
Fuente: http://www.oem.com.mx/elsoldehidalgo/notas/n1573790.htm