A inicios del siglo XIX, Londres simplemente se había quedado sin espacio para sus muertos. Los cementerios, muy por arriba de su límite, provocaban contaminación en los depósitos de agua subterránea y propagaban diversas enfermedades, situación que impulsó al Parlamento a aprobar un proyecto de ley en 1832 donde se otorgaban concesiones para establecer cementerios privados fuera de la metrópolis.
Según el libro London Cemeteries: An Illustrated Guide and Gazetteer, escrito por Hugh Meller, entre 1832 y 1842 florecieron siete grandes cementerios apodados “Los Magníficos Siete”. Después, en el año de 1852, el Burial Act le otorgó al Secretario de Estado el poder de regular y clausurar los cementerios a nuevas sepulturas.
Otro acontecimiento ese mismo año allanó el camino para que la National Mausoleum Company y London Necropolis se hicieran cargo de la crisis de cementerios que empezaban a cerrar al interior de la ciudad. Esta compañía adquirió un terreno gigantesco y fundó el cementerio de Brookwood. La intención era que fuera lo suficientemente extenso como para admitir a todos los muertos de Londres en los próximos tres siglos y medio, con una capacidad para seis millones de sepulturas en un solo nivel. Cuando abrió, era el cementerio más grande del mundo.
En aquella época, las costosas y lentas carrozas tiradas por caballos llevaban a los muertos a los siete cementerios existentes. Pero con Brookwood, situado a 37 kilómetros, tenía que ser diferente. Así, el London Necropolis Railway fue establecido especialmente para transportar a los cadáveres y sus dolientes de una forma rápida y económica. Estas tarifas eran tan económicas, que se supo de golfistas que llegaron a hacerse pasar por dolientes para conseguir un viaje barato en el tren fúnebre alrededor de la ciudad de Woking.
Una vez comprados los boletos para funerales de primera, segunda o tercera clase, dolientes y cadáveres partían desde una estación privada ubicada en Waterloo, Londres. La estación estaba realmente bien acondicionada con salas de espera privadas donde era posible celebrar los funerales, así como un elevador impulsado por vapor que llevaba los cadáveres al nivel de la plataforma. El grupo era transportado por el London and South Western Railway hacia la línea principal de la compañía, y después sobre una línea exclusiva hacia Brookwood.
Antes que se terminara la Brookwood Station y se completara un lazo que rodeaba el lugar en 1864, no había forma de rodear el cementerio a bordo del ferrocarril. La locomotora se detenía en la línea principal en Necropolis Junction, donde los carruajes eran desenganchados y tirados por un par de caballos negros rumbo al cementerio. Mientras tanto, el tren era reposicionado en la pista principal para hacer el viaje de regreso a Londres.
El cementerio contaba con dos estaciones – la estación Norte para los protestantes no conformistas, y la estación Sur para los anglicanos. Cada estación contaba con dos recepciones y habitaciones para separar a la primera clase de los dolientes ordinarios, así como oficinas del personal. Se tuvo especial cuidado, tanto en los vagones como en las estaciones, para mantener separados a los dolientes de distintas clases y religiones. Según consta en la obra London: City of the Dead, de David Brandon y Alan Brooke, al obispo de Londres, Charles Blomfield, “la idea de tener cadáveres de diferentes clases sociales viajando en el mismo tren desde Londres le pareció muy ofensiva.”
Cementerio de Brookwood
Brookwood se consagró el 7 de noviembre de 1854. Los primeros entierros, gemelos de la familia Hore, según el libro London’s Necropolis: A Guide to Brookwood Cemetery del autor John M. Clarke, tuvieron lugar un 13 de noviembre. Durante las primeras dos décadas 20 mil personas fueron sepultadas en Brookwood. El tren hizo un recorrido diario durante todo ese tiempo, pero Clarke apunta que para la década de 1930, rara vez circulaba más de dos veces por semana. Si solo había un ataúd de segunda o tercera clase, el sepelio debía esperar al próximo servicio.
En 1902, la estación en Waterloo fue reemplazada por una estación más atractiva y amplia en la calle Westminster Bridge con mortuorios y una capilla privada. La noche del 16 de abril de 1941, esta estación fue bombardeada por fuerzas aéreas alemanas duran una de las peores noches del Blitz. Gran parte de la estructura colapsó y las vías fueron completamente destruidas. En ese momento consideraron que no era viable reconstruirla y el London Necropolis Railway nunca más volvió a funcionar. Lo que quedó del edificio fue vendido, lo único que queda de la estación en la actualidad es la entrada principal.