Si hay alguien en este mundo que pueda simplificar los asuntos del corazón basándose en registros estadísticos y datos numéricos, ciertamente es un economista. Un par de investigadores de la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, se propusieron lograr precisamente lo antes descrito: predecir, con tan solo dos preguntas, las probabilidades de que un matrimonio siga unido después de seis años.
Los datos base provinieron de una muestra constituida por 3,600 parejas heterosexuales, que habían respondido a estas dos preguntas en medio de un gran cuestionario nacional:
– “Aunque resulte remotamente probable, imagina un instante cómo diversos ámbitos de tu vida cambiarían si te separaras. En general, ¿cómo crees que quedaría tu felicidad?”.
1) Mucho peor.
2) Peor.
3) Igual.
4) Mejor.
5) Mucho mejor.
– “¿Cómo crees que quedaría la felicidad de tu pareja en esta misma situación?”.
Seis años después de esta investigación, el 7% de las parejas que habían respondido el cuestionario se habían divorciado. Es posible deducir que aquellos que creían estarían “mucho mejor” sin su pareja no estaban dispuestos a seguir casados, pero curiosamente este no fue el mayor factor de riesgo para el matrimonio.
Lo que hizo una diferencia significativa fue la respuesta a la segunda pregunta y cuan correcta había sido. Las parejas que más se divorciaron resultaron precisamente aquellas que, seis años antes, no pudieron analizar con precisión el grado de felicidad de su pareja fuera de la relación.
Las parejas que tenían percepciones incorrectas sobre la felicidad de los otros presentaron un riesgo 8.6% mayor de terminar divorciados. Pero entre mayor era la discrepancia entre la expectativa de uno y la felicidad del otro, más aumentaba ese riesgo, llegando hasta un 12% más de probabilidades de terminar separados comparados con el promedio.
El estudio también concluyó que exagerar la felicidad de la pareja es mucho peor que subestimarla. Los índices más altos de divorcio en el estudio aparecieron entre aquellas personas que creían que sus parejas estaban felices (y sentirían más su falta) de lo que en realidad era. Cuando el esposo subestimaba mucho la felicidad de su esposa, el riesgo de separación fue de un 13.1%. Y ese porcentaje aumentaba al 14.5% cuando la mujer exageraba la expectativa, el mayor porcentaje de la investigación.
La conclusión de los investigadores es que cuando suponemos que la otra persona se encuentra feliz a nuestro lado, nos preocupamos menos en agradarla. Sin embargo, más allá de esto los resultados apuntan a la importancia de una buena comunicación en el matrimonio, y es que cuando falta algo tan importante, las cosas tienden a salir muy mal.