Uno consideraría que la tenencia de una mascota no es motivo para terminar en el hospital. Por supuesto, a menos que el animal defeque en tu boca. Si sueles dormir con tu perro, te presentamos el caso de Amanda Gommo. Una mujer británica que acostumbraba a dormir con la boca abierta acompañada de Belle, su perra chihuahua.
En una trágica sucesión de eventos, resultó que el animal hospedaba un desagradable virus en su estómago. Patógeno que le hizo perder el control de sus intestinos, con tan mala suerte que acertó justo en la boca de la dueña. Que tu perro defeque directamente en tu boca es algo muy asqueroso, pero la mala suerte de Gommo empeoraría todavía más.
En unas pocas horas, la mujer de 51 años desarrolló un severo cuadro de diarrea explosiva. Síntomas que coincidían con los síntomas de la pequeña Belle. Sin embargo, la enfermedad de la humana se manifestó de forma mucho más grave. Terminó hospitalizada, pues sus riñones empezaron a funcionar mal y los médicos tuvieron que suministrar abundantes líquidos para reactivarlos.
Tras varios días en observación, la mujer mostró mejoría y la dieron de alta. Pero, puedes apostar a que Belle jamás volverá a dormir en el mismo lugar que Amanda Gommo.
El perro defecó en su boca mientras dormía.
El escatológico incidente de Amanda Gommo tuvo lugar a principios de septiembre. Por esos días, la mujer se encontraba en su casa de Bristol y decidió echar una siesta, como era su costumbre. Y como también era costumbre, Belle se acurrucó junto a su dueña. Repentinamente, la chihuahua experimentó un malestar estomacal.
Belle ni siquiera tuvo tiempo de correr al patio trasero cuando el violento episodio de diarrea explosiva se manifestó en su trasero. El pobre animal no pudo más que soltar el esfínter para aliviar el malestar, con tan mala suerte que acertó justo en la cara de su roncadora dueña. “Tomaba mi siesta vespertina con Belle, como acostumbro a hacerlo, cuando repentinamente sentí que algo me escurría por la boca”, recordó la señora Gommo.
La pobre mujer reaccionó de la misma forma que imaginamos todos lo harían: salió corriendo a vomitar como si no hubiera mañana. Increíblemente, se dio tiempo para tomarse una selfie. “Corrí al baño y mi hijo estaba en la ducha. Así que antes de quitármela [la caca] tuve tiempo para tomar una foto”, confesó.
Desconocemos las razones por las que alguien quiera una fotografía de sí mismo con excremento de perro por toda la cara. Pero en gustos se rompen géneros, quizá lo hizo para guardar el recuerdo. Cuando Gommo finalmente pudo vomitar, no fue nada agradable. “Fue repugnante y estuve con arcadas violentas durante horas. Era imposible quitarme ese sabor de la boca”, explicó la británica.
Mientras se aseaba en el baño, la hija de Gommo llevó a la pequeña Belle al veterinario. El médico diagnosticó una infección gastrointestinal y recetó una serie de antibióticos.
Afectaciones a la salud.
Evidentemente, la hija de Gommo no tuvo la perspicacia de comentarle al veterinario que la pequeña Belle defecó en la boca de su madre. Si lo hubiera hecho, quizá el médico de animales le hubiera advertido que la salud de Gommo iba a empeorar. En el transcurso de ese día, la mujer manifestó los mismos síntomas que aquejaban a la chihuahua. Además de la abundante diarrea, la invadieron unos horrorosos retortijones.
No dejó avanzar más la situación y llamó al 111, el número de emergencias del Reino Unido. Los paramédicos acudieron a su domicilio, le proporcionaron fuertes analgésicos para soportar los dolores y le recomendaron beber abundante agua mientras su cuerpo expulsaba el mal por su cuenta.
Obviamente, la enfermedad que desarrolló Gommo requería de mucho más que analgésicos. En los dos días siguientes, los calambres estomacales de la mujer se extendieron al resto del cuerpo. “Los calambres empeoraron paulatinamente hasta que pude sentirlos por todo el cuerpo, incluso en mis piernas”, recordó Gommo.
Ahora sí, la mujer y su familia concluyeron que era hora de acudir al hospital. Volvieron a llamar al número de emergencias, y esta vez una ambulancia la trasladó con urgencia al Bristol Royal Infirmary.
Emergencia médica insólita.
Como era lógico, los análisis clínicos revelaron que Gommo padecía la misma infección gastrointestinal que su perra. Pero, a diferencia de lo que sucedió con Belle que recibió antibióticos de inmediato, Gommo esperó un par de días para acudir al hospital.
“Desde el momento que enfermé hasta que me pusieron el suero, no pude comer nada. La enfermedad y la diarrea me deshidrataron tanto que mis riñones redujeron su tamaño a la mitad”, explicó la pobre mujer. Gracias a una vía intravenosa, el equipo médico pudo rehidratar y suministrar glucosa a Gommo. Su condición empeoró tan rápido debido a que también padece la enfermedad de Crohn.
“Me quedé en observación por tres días hasta que eliminaron la infección suministrando antibióticos por el suero. En la nota de alta médica detallaron que sufrí una infección gastrointestinal provocada por que un perro defecó en mi boca, algo que los médicos nunca vieron con anterioridad”, recordó Gommo. Por fortuna, los riñones de la señora Gommo sobrevivieron al escatológico evento.
Continúa su recuperación en casa y todavía tiene que beber un par de electrolitos orales al día, además de otros líquidos, mientras vuelve a su estado normal. Por supuesto, no guarda ningún rencor por Belle. Ya la perdonó y dice amarla con todo su corazón. Sin embargo, asegura que jamás permitirá que vuelva a dormir cerca de su boca.
Nota cortesia Marcia de la señora de los perros
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