Aunque la historia siempre estará llena de claroscuros, y justamente una buena lectura requiere matices, la Revolución Mexicana (1910-1917), celebrada cada 20 de Noviembre. Un periodo complejo y sangriento que costó la vida de un millón de compatriotas, se presta para identificar a los villanos que actuaron con mayor saña contra adversarios o enemigos o a los antihéroes que se distinguieron por retar al orden establecido, pero que no necesariamente eran crueles, y que normalmente contaban con la simpatía popular, como podría ser el caso de Francisco Villa, el prototipo de antihéroe revolucionario. Iré desde los más conocidos hasta aquellos que casi nunca aparecen en los libros de historia; y aunque sus fechorías fueran meritorias de lapidación pública nunca han enfrentado un alimentado encono social semejante al que enderezaron contra Porfirio Díaz, los herederos postrevolucionarios.

El historiador Salvador Rueda, director del Museo Nacional de Historia, consultado por El Economista, previene que hay distintas perspectivas de la Revolución. Por ello distinguiremos a quienes actuaron propiamente en el conflicto armado y a quienes aprovecharon el río revuelto para dedicarse al vandalismo, la extorsión y la rapiña en esos años, convirtiéndose en antihéroes o villanos centrales o periféricos del movimiento revolucionario.


1. Victoriano Huerta, el Chacal

Este jalisciense, nacido en Colotlán hacia 1850, fue un destacado militar porfirista, calculador y traicionero, que aniquilaba sin piedad a sus adversarios, de allí el mote de Chacal. Tras la renuncia de Porfirio Díaz, lo escoltó hacia el Ypiranga, en el que el dictador partió al exilio. Madero, ya presidente, lo nombró jefe de las tropas federales para defender el Palacio Nacional de la asonada orquestada por los generales Manuel Mondragón y Bernardo Reyes, durante la Decena Trágica. Huerta aprovechó la rebelión y en complicidad con Félix Díaz, sobrino del expresidente, y del embajador estadounidense Henry Wilson, selló el Pacto de la Ciudadela, para dar el Golpe definitivo al gobierno de Francisco I. Madero.

En 1913, mediante una treta, Victoriano Huerta se convirtió en presidente de México, y su primer acto fue mandar a ejecutar a Francisco I. Madero, y al vicepresidente José María Pino Suárez. La misma noche ese asesinato, también ordenó el de Gustavo A. Madero, hermano y asesor del presidente, quien había descubierto su plan de conspiración.

Durante su mandato instaló una dictadura militar y disolvió el Congreso de la Unión. Huerta fue el principal villano. Traicionó a todos, incluyendo a su jefe; mató a mucha gente, y lo hizo de muy mala manera, y con ello detonó muchas revoluciones; y todo por pura ambición, dice el historiador Rueda.

Murió en el exilio en El Paso, Texas, en 1916, anhelando volver para recuperar el poder. Sus restos descansan en una tumba polvorienta y olvidada.

2. José Inés Chávez García, el Atila michoacano

Conocido también como el ave negra de la Revolución, Chávez García fue un bandido que militó bajo la bandera de Pancho Villa entre los años de 1915-1918 y sembró el terror en la región del Bajío, donde colindan Michoacán, Jalisco y Guanajuato. Comandaba una gavilla numerosa, como de 300 hombres, que se hacía llamar los Tigres Pintados.

Dicen los historiadores que era cruel y desalmado. Al frente de sus hombres, asolaba y quemaba pueblos enteros, mataba a sangre fría, violaba a las mujeres, ordenaba ejecuciones masivas, torturaba a sus cautivos, les mutilaba y finalmente los colgaba de un árbol.

Intercambiaba con otros revolucionarios información acerca de los hombres de dinero que podían ser extorsionados y de las poblaciones que debían ser castigadas por su falta de empatía con el movimiento armado.

Tras ser vencido en el sitio de Huandacareo, enfermó de influenza española. Un cura se acercó a darle el viático de los moribundos y él le dijo: Váyase, padre, yo soy el Diablo . Era la noche del 11 de noviembre de 1918.

3. Higinio Granda y la banda del automóvil gris

Corrían los tiempos de Venustiano Carranza en la Presidencia de México, el hombre que desbancó a Victoriano Huerta. Por el año de 1915, un grupo de facinerosos (¡ah!, siempre quise escribir esa palabra) cobró fama en la ciudad de México. Eran conocidos como La Banda del Automóvil Gris. Solían robar casas de gente adinerada, o bancos o establecimientos comerciales importantes. Los ladrones se presentaban con órdenes de cateo oficiales, vestidos con uniformes carrancistas, y cometían los asaltos. Una vez efectuado el delito, se subían a un vehículo gris, un Fiat modelo 1914, y huían hacia los barrios pobres de la ciudad.

Integraban la banda encabezada por Higinio Granda, Santiago Risco, León Cedillo, Bernardo Quintero, Aurora García Cuéllar, Rafael Mercadante, Ángela Agis, amante de Higinio, José Fernández, Francisco Oviedo y Luis Lara. El mismísimo Emiliano Zapata denunció ante el presidente Carranza las fechorías cometidas por esta mafia bajo el auspicio de su lugarteniente, el general Pablo González, su futuro asesino intelectual, pero no le prestaron atención.

De acuerdo con historiadores la situación de inseguridad que reinaba en el país por esos tiempos revolucionarios, era propicia para cometer toda clase de delitos, pues la inseguridad social era absoluta. El gobierno efectuaba numerosos cateos en busca de armas y enemigos, verdaderos o no, lo cual favorecía la tarea delictiva de la banda del automóvil gris. Los ciudadanos vivían asustados e indefensos. (Pero eso era antes). Desde entonces, carrancear es sinónimo de robar.

4. Heriberto Barrón, el más chaquetero

Fue un abogado y periodista potosino muy acomodaticio, muy al estilo de Joseph Fouché, un hombre amoral. Coqueteó con todos y a todos de algún modo traicionó. Heriberto Barrón fue director del diario La República, en Monterrey, Nuevo León, en 1908. Fue amigo personal del general Bernardo Reyes, gobernador y aspirante a suceder a Porfirio Díaz y protagonista del asalto al Palacio Nacional para derrocar a Madero. Le consideraban un reyista confeso enemigo de la Revolución. Años antes, en 1902, haciéndose pasar por liberal, siendo en realidad diputado porfirista, se coló en la asamblea popular del Club Ponciano Arriaga, agrupación política precursora del movimiento, lanzando ¡vivas! a don Porfirio y echando balas al aire, haciendo que interviniera la milicia y apresara a los dirigentes.

Al inicio de la Revolución, logró colarse hasta el directorio del Partido Democrático, que lanzó la candidatura de Madero, aunque el caudillo siempre receló de él, como lo muestra esta cita: Francisco I Madero, en san Pedro, estaba profundamente preocupado por la creación de un nuevo partidoademás de considerar el movimiento como prematuro, estaba molesto por la participación de Heriberto Barrón, que hasta tiempo antes había sido miembro del circulo político porfirista (una agrupación integrada por amigos personales de Porfirio Díaz en 1896 para arreglar sus relaciones), que era considerado partidario del general Reyes y autor infame del ataque al club liberal de San Luis Potosí a fines de siglo. Expresaba sus temores de que la nueva organización podría ser parte de un plan para atrapar a los independientes.

En 1916, Barrón fue electo diputado constituyente por el estado de Guanajuato.

5. General Aureliano Blanquet, el cancerbero de 

Huerta

Este michoacano fue un militar porfirista que combatió al presidente Madero y lo tomó preso por órdenes de Victoriano Huerta durante la Decena Trágica, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.

Antes, había sido integrante del pelotón que en 1867 fusiló al emperador Maximiliano de Habsburgo y a los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía. Fue quien le dio el tiro de gracia en el pecho al emperador, cuando ya estaba agonizando, luego de la descarga del fusilamiento.

Su odio a la Revolución rinde frutos ante Victoriano Huerta, quien lo asciende a general de División y después a Ministro de Guerra y Marina, en 1913.

En 1914 salió huyendo con Huerta y se exilió en Cuba. Vuelve en 1918 para combatir el gobierno de Venustiano Carranza y muere, cuando es perseguido, cayendo a una barranca.

6. General Cecilio Ocón

Fue un militar huertista que participó en la Revolución Mexicana. Quizá su crueldad y su traición sean la causa de que se desconozca casi todo acerca de su biografía, excepto que fue él quien presidió el tribunal que condenó a muerte a Gustavo A. Madero, hermano del presidente. Además lo trasladó a La Ciudadela y consintió su tortura, que incluyó toda clase de golpes y vejaciones, al punto de que un subalterno encajó su bayoneta en el ojo sano de Gustavo, arrancándole, dicen, un desesperado grito de horror y desesperación.

Por haber sido uno de los principales participantes del Cuartelazo que originó la caída y posterior asesinato del presidente Francisco I. Madero, siempre fue visto con recelo, desconfianza y carente de veracidad. Pasó al ostracismo y al anonimato por lo cual se desconocen detalles de su vida posterior. Se decía que su apellido Ocón era sinónimo de alta traición.

7. Henry Lane Wilson, el embajador traidor

Este abogado y publicista estadounidense fue el embajador de los Estados Unidos en México que conspiró contra el presidente Francisco I. Madero y respaldó la dictadura de Huerta. Ha sido considerado históricamente el peor emisario de su país en el territorio mexicano.

En 1913, Henry Lane Wilson convocó en la sede diplomática de Estados Unidos a los generales golpistas Victoriano Huerta y Félix Díaz para firmar el Pacto de la Embajada conocido también como Pacto de la Ciudadela- cuyo objetivo era el derrocamiento de Madero. Una historia de simpatía con la traición, la perfidia y el asesinato, en un asalto a un gobierno constitucional elegido .

El 22 de febrero de 1913, la conspiración culminó con la traición y asesinatos del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez. De esta forma, Huerta accedió a la presidencia interina de México, dando origen a levantamientos armados en diversos puntos de la República Mexicana y prolongando de esta manera, el conflicto de la revolución , escribe Enrique Krauze.

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