Aunque muchos lo consideramos como una muestra más de nuestra arrogancia, lo cierto es que el concepto de “humanoide” tiene mucha popularidad entre la comunidad científica. Esencialmente, se refiere a que en la eventualidad de la evolución de formas de vida semejantes a las terrestres, cualquier especie inteligente necesariamente habrá de parecerse al hombre.
Las razones para pensar ello son muchas, pero ante todo que nuestro cerebro se desarrolló precisamente gracias a la evolución de nuestras manos y nuestro sistema de comunicación, que parece ser que lo obligaron a volverse más y más efectivo. Esto lleva a concluir que una especie inteligente necesariamente deberá pasar por un proceso similar, desarrollando una postura parcial o totalmente erguida para liberar algunos apéndices para la manipulación de objetos y desarrollando un lenguaje complejo que lo obligue a construir interacciones sociales elaboradas.
Por esta razón es tan natural encontrarnos con extraterrestres humanoides en la ciencia ficción: es una idea muy arraigada… Y una que parece haber sido demostrada por el misterioso hallazgo en 2007, de una extraña calavera que se asemeja mucho a la de una persona… Pero definitivamente no es la de una.
La calavera de Sealand.
De acuerdo con el relato de quienes hallaron la reliquia, la calavera apareció en Sealand, una isla que hace parte de Dinamarca, en la ciudad de Ølstykke. La descubrió un contratista encargado de reparar o reemplazar las tuberías de una vieja construcción y originalmente se pensó que era el cráneo de un caballo, pues se sabía que la zona era una antigua caballeriza. No fue hasta limpiarla que se dieron cuenta del misterio que se traían entre manos. Y aquí comienza lo raro de la historia.
De acuerdo con el relato de quienes hallaron la reliquia, la calavera apareció en Sealand, una isla que hace parte de Dinamarca, en la ciudad de Ølstykke. La descubrió un contratista encargado de reparar o reemplazar las tuberías de una vieja construcción y originalmente se pensó que era el cráneo de un caballo, pues se sabía que la zona era una antigua caballeriza. No fue hasta limpiarla que se dieron cuenta del misterio que se traían entre manos. Y aquí comienza lo raro de la historia.
El incidente apenas si mereció un par de líneas en un diario local de Dinamarca. La calavera podía ser falsa, eso es cierto, pero lo natural hubiera sido cubrimiento nacional y una inmediata investigación para determinar de qué se trataba. En lugar de eso… Nada. Pasaron 3 largos años antes de que la calavera llegara a manos de un grupo de científicos: a lINstituto Niels Bohr en Copenhague.
En ese momento la calavera se dató en torno a los años 1.280 y 1.200 a. C. Parecía tratarse de un esqueleto ordinario, perteneciente a alguna especie desconocida. Poco tiempo después de brindar esta información, la calavera desapareció del registro.
Los misterios del hallazgo.
He de admitir que este caso en particular me ha parecido un tanto intrigante. Se trata de un hallazgo verdaderamente único que recibió una cantidad prácticamente nula de atención. Y lo que es más interesante, tampoco existen fuentes en las que se cuestione o refute la aparición de la calavera. No, el hecho sencillamente pasó inadvertido.
He de admitir que este caso en particular me ha parecido un tanto intrigante. Se trata de un hallazgo verdaderamente único que recibió una cantidad prácticamente nula de atención. Y lo que es más interesante, tampoco existen fuentes en las que se cuestione o refute la aparición de la calavera. No, el hecho sencillamente pasó inadvertido.
Personalmente considero que estamos ante un suceso particularmente extraño. Lo lógico sería considerar la calavera como un hoax de algún danés interesado en ganar algo de fama, pero en ese caso sería de suponer que tendríamos acceso a una considerable cantidad de información incluyendo los estudios que podrían probar que es falsa. Si la calavera hubiese sido escondida, seguramente así lo habrían denunciado los institutos que supuestamente la estudiaron. Pero no, no tenemos nada.
Es como si alguien quisiera llamar lo menos posible la atención con el evento. Un comunicado afirmando que jamás existió evidentemente atraería los ojos de miles de personas, por lo que tiene sentido que no lo hagan. Lo mismo sucedería si se refuta públicamente que dicha calavera tiene en verdad tal antigüedad: pronto muchos querrán una muestra para determinarlo por sí mismos.
Es un caso particularmente sospechoso y no podemos más que elucubrar. ¿Es real la calavera? ¿Tiene en verdad más de 3.000 años de antigüedad? ¿Por qué brindaron ese dato para luego desaparecer de la escena pública? ¿Hay algo que nos estén ocultando? No se sabe dónde está hoy la calavera o si la están estudiando, ni siquiera si todavía existe. Solo nos quedan registros de ella anteriores al año 2013…
En cualquier caso, se trata de algo muy inusual que, sin lugar a dudas, hace levantar suspicacias.
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