En un vistazo rápido por las noticias y listas divertidas en sitios de entretenimiento, no resulta difícil encontrar algunos ejemplos de obsesión por la esbeltez. El título allá arriba no miente – las personas tienen demasiados ejemplos. Pero, ¿por qué queremos tanto adelgazar? ¿Por qué creemos que estar delgados es igual a ser atractivos?
La preocupación con las agujas de la balanza está lejos de ser una preocupación por la salud. Esta obsesión tampoco viene de los tiempos más remotos. Basta con regresar a ver las obras de arte de los siglos pasados para darse cuenta que la figura femenina idealizada en esas épocas se concentraba más en las gordas que en las top models de nuestro tiempo. Las caderas anchas, los muslos generosos y el rostro regordete eran rasgos muy bien valorizados en las musas – lo que puedes constatar a continuación en la obra Las Tres Gracias, de Peter Paul Rubens, creada en 1635.
Aunque el estándar en sí haya cambiado al otro extremo, su lógica permanece latente. Los estándares que aparecen a través de la historia son, generalmente, accesibles a unos cuantos. Cuando dar las tres comidas básicas todos los días era un lujo y morir de hambre era un destino común para las personas, ser gordo tenía un status de privilegio. Ahora, que tenemos un montón de comida a nuestra disposición, más formas de conservarla y nuestras alacenas cargadas de panecillos, frituras y similares, comer es fácil. Así, no es de extrañar que las modelos extremadamente delgadas sean puestas en un pedestal. Es más difícil ser muy delgada con tantas calorías a disposición. El cuerpo delgado y joven también exige cada vez más procedimientos estéticos y cirugías para alcanzar dicha “perfección” – o, siendo más directos, exige dinero, lo que significa un obstáculo más a ser superado. Imagina el dinero necesario para que se lleven a cabo los millones de cirugías estéticas anuales en nuestro país (y mira que los cirujanos plásticos suelen vivir muy bien).
Las modelos pasaron a ser 23% más delgadas que una mujer promedio (y no más del 8% eran musas rellenitas). De 1966 a 1969, el porcentaje de alumnas que se consideraban gordas saltó del 50 al 80%. Con esta corriente de las dietas adquiriendo fuerza, Naomi Wolf comparó las calorías que “deberían” se ingeridas para alcanzar el cuerpo perfecto – entre 800 y 1000 calorías por día. Para que nos demos una idea de la gravedad de esto, en el gueto de Lodz, en pleno régimen nazi, los judíos eran alimentados con raciones que tenían entre 500 y 1200 calorías por día. Por lo que no es de extrañar que se llegue a los extremos de la esbeltez con estos planes.
En el mundo, la probabilidad de que una mujer con edad entre los 15 y 24 años muera debido a la anorexia es 12 veces mayor que lo haga cualquier otra causa. El Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry constató que aproximadamente un 60% de las alumnas de educación media han hecho dieta. La preocupación con la balanza incluso llega a afectar a niñas con apenas 5 años de edad.
Y no es ninguna casualidad que las víctimas más comunes sean las mujeres. Mientras la moneda de cambio masculina en la sociedad es el dinero, el poder y la influencia, la de las mujeres es la apariencia. Para el sector femenino, toda esa presión resulta no solo en un modelo estético, sino en un modelo de vida. Para ser linda y deseada, para tener un esposo perfecto, o el empleo soñado, solo se tiene que ser… delgada. ¿Sencillo, no? Ni tanto: uno de los casos más clásicos fue la dieta de la princesa, que gozó de mucho éxito hace algún tiempo – en este caso, la princesa era Kate Middleton, esposa del príncipe William, del Reino Unido. Ella, como toda princesa, es muy delgada. El cuerpo viene del sacrificio que Kate tuvo que hacer: el régimen incluía muchas proteínas y casi nada de carbohidratos. Desde aquí se puede entender que no es nada saludable. Lo que repercutía en el imaginario femenino era mucho más la idealización de la princesa: la dieta simplemente era un modo de alcanzarla. Y esta estructura se ha repetido constantemente.
Con la llegada de Internet las cosas no hicieron más que empeorar. Facebook, Tumblr, Instagram, Twitter y otras tantas redes sociales colaboran por esa obsesión por cuerpos cada vez más delgados. En estos sitios se difunden a una velocidad alarmante ideas sobre la imagen corporal que llegan a personas del mundo entero, de todas las edades, incluso a aquellos niños que dan sus primeros pasos en la web.
Ejemplos de esto son los desafíos, que abundan en todas partes y cuya finalidad es “comprobar” que determinada persona es delgada. Si puedes cumplirlos, felicidades, eres una persona exitosa. Si no, cierra la boca. El más reciente es el “collarbone challenge”, que comenzó en China. En este reto las mujeres tienen que poner en fila la mayor cantidad de monedas posibles sobre la clavícula. Cuantas más monedas, se supone que más ágil es la chica. Con el “bellybutton challenge” se trataba de que las mujeres se tocaran el ombligo pasándose el brazo por atrás del cuerpo. Pero realizar tal proeza no simplemente es cuestión de ser o no delgada: los factores como la flexibilidad y la estructura ósea también desempeñan un papel importante. Tocarse el ombligo no significa nada: mucho menos que alguien es gordo o delgado.
El embarazo, que antes era un territorio seguro, aparentemente entró en el juego. La nueva moda es la “madre fitness”, con una barriga pequeña y definida (incluso con volumen extra, ya que se está gestando un bebé). Si una mujer “común” ya se sentía fracasada por no poder volver a su peso original – contrario a como vemos por allí con las famosas –, imagina ahora que la obligación de estar en forma también afecta al periodo de gestación. Cada vez hay más y más imágenes (muchas de ellas retocadas) que dictan un modelo a seguir. La imagen de una modelo alta, delgada, longilínea, caucásica, sin arrugas, celulitis, manchas e incluso poros se repite de forma incesante, como una norma. Este es el origen de ese sentimiento de inadaptación.
Y así se puede constatar en el libro de Naomi Wolf que citamos arriba. “Una fijación cultural con la esbeltez femenina no es una obsesión por la belleza femenina, sino una obsesión por la obediencia femenina”. Cualquier mujer que desobedezca un estándar, voluntaria o involuntariamente, es tachada de fea, extraña o descuidada. Después de todo, el cuerpo de una mujer está ahí para ser observado.
J BUZON DE SUGERENCIAS C