En las sombrías calles de Boston del siglo XIX, un espantoso asesinato envolvería a la ciudad en una trama criminal que perduraría en los anales del tiempo. La fatídica fecha del 27 de octubre de 1845 quedaría grabada en la memoria colectiva como el día en que el destino de Maria Bickford, de tan solo 21 años, se cruzó con el de Albert Tirrell, un apasionado amante. En un despiadado acto de violencia que ocurrió en una lujosa “casa de huéspedes”. Un sitio que ocultaba un siniestro secreto: era, en realidad, un burdel.
El estallido de varios incendios sospechosos en el lugar alertó a la policía, pero al extinguir las llamas, lo que hallaron en una de las habitaciones dejó estupefactos a los investigadores. El cuerpo sin vida de una joven prostituta de apenas 21 años, llamada Maria Ann Bickford, yacía en el suelo. Su horrendo destino se selló con una casi decapitación y la garganta cortada de lado a lado. Parecía evidente que los incendios pretendían ocultar la escena del crimen. No obstante, entre los escombros, encontraron un chaleco y un bastón ensangrentados, pertenecientes a un hombre.
Ante la insistencia del dueño de la casa, que aseguraba haberla mantenido bajo llave para evitar intrusos, las sospechas recayeron en un único sospechoso: Albert Tirrell, un joven amante de la víctima. Proveniente de una familia próspera y respetada, Tirrell, de veintidós años, abandonó su vida junto a su esposa e hijos en Weymouth, Massachusetts, para entregarse a los placeres de la gran urbe y unirse a los encantos de Maria Bickford.
El tórrido romance entre Maria Bickford y Albert Tirrell.
Los caminos de ambos se cruzaron en una dinámica de adicción emocional y libertinaje que los llevó a vivir como marido y mujer, aunque nunca contrajeron matrimonio legalmente. En esta unión de conveniencia, se hospedaban en hoteles de moda a lo largo de la costa este, mientras escandalizaban a la sociedad puritana de Boston.
Maria, procedente de Bangor, Maine, con una historia personal turbulenta, practicaba la prostitución como medio de subsistencia tras abandonar a su esposo. Su belleza juvenil la convirtió en una joya codiciada por la élite de Boston, y Tirrell no podía resistirse a la atracción fatal que ella ejercía sobre él. Algunos decían que era su proxeneta. Solían escandalizar a la sociedad de Boston, y en un momento dado, Albert incluso terminó enjuiciado por adulterio. De no ser por el apasionado ruego de familiares, incluida su joven esposa, jamás hubiera escapado de aquella persecución. Él y Maria discutían con frecuencia, pero ella afirmaba que no le importaba porque “se divertían mucho haciendo las paces”.
Bajo el nombre de “Maria Welch”, ella y Tirrell vivieron en una propiedad en London Street durante una época. Sin embargo, para nadie era secreto que la casa era una tapadera para que Maria recibiera clientes. Recordemos que por esos tiempos la prostitución todavía era técnicamente ilegal. Por eso es que rara vez se quedaban en un mismo lugar durante mucho tiempo.
El asesinato.
La noche del asesinato, Maria y Tirrell compartían una residencia disfrazada de burdel en Boston, gestionada por una pareja de ancianos. Aunque Albert afirmaba tener un lugar de residencia aparte, frecuentemente se hospedaba con Maria, y se sabía que estuvo presente la noche en que aconteció la tragedia. Los vecinos escucharon una acalorada discusión en la habitación de Maria en las primeras horas de la mañana, pero nadie se atrevió a intervenir. Cuando las autoridades buscaron a Tirrell para cuestionarlo sobre el asesinato, este desapareció sin dejar rastro.
No obstante, el destino conspiró para que Tirrell cayera en manos de la justicia meses después, cuando lo arrestaron en el Golfo de México tras una denuncia anónima. Se supo que inicialmente huyó a Canadá con la ayuda de familiares tras cometer el crimen. Ahora, enfrentaría un juicio que capturaría la atención de la ciudad y que levantaría polémica sobre su culpabilidad.
La sociedad bostoniana se encontraba dividida, mientras se difundían rumores y se tejían leyendas acerca de la oscura relación entre Maria y Tirrell. Un libro titulado “The Life and Death of Mrs. Maria Bickford” se lanzó poco antes del juicio, retratando la vida de Maria hasta su asesinato. El libro la presentaba como una hermosa y trágica figura, víctima de los hombres que la rodeaban. Aunque pintaba a Maria como una víctima, el libro también avivó los estigmas y estereotipos asociados con las prostitutas. Sin embargo, esta obra, en gran medida ficticia, se publicó con el propósito de capitalizar el inminente juicio de Tirrell, aprovechando la sensación mediática que rodeaba el caso.
Caso Maria Bickford.
El renombrado abogado Rufus Choate tomó la defensa del joven acusado, y la corte se convirtió en un escenario de intensos debates legales. Choate, conocido por su elocuencia y habilidades retóricas, se enfrentó a la ardua tarea de desacreditar las pruebas en contra de su cliente y cambiar la percepción del jurado.
Para lograrlo, Choate optó por desacreditar a Maria Bickford y pintarla como una seductora sin escrúpulos que había manipulado a Tirrell hasta el punto de llevarlo al borde de la locura. A través de testimonios cuidadosamente seleccionados, presentó a Maria como una mujer que exprimió el dinero de Tirrell, llevándolo a derrochar su fortuna en joyas y vestimenta mientras ella coqueteaba con otros hombres. Paradójicamente, Choate argumentó que el intenso amor que sentía Tirrell por Maria lo habría hecho incapaz de cometer un acto tan horrendo como el asesinato.
El abogado también se apoyó en múltiples prejuicios sociales de la época, presentando a Maria como una mujer de moral cuestionable que se involucraba con clientes de diferentes razas. Lo que, según él, reflejaba su turbulenta personalidad. Choate incluso sugirió audazmente que la herida en la garganta de Maria podría haber sido autoinfligida, aprovechándose del estigma que rodeaba a las prostitutas.
La argucia del sonambulismo homicida.
Pero la estrategia más sorprendente de Choate era la defensa del sonambulismo. Utilizando anécdotas históricas y testimonios de amigos y familiares, el abogado afirmó que Tirrell sufría de sonambulismo desde temprana edad. También presentó casos de otras figuras históricas famosas que actuaron extrañamente mientras caminaban dormidas. Incluso un destacado médico, el decano de la Escuela de Medicina de Harvard, testificó que era teóricamente posible que una persona cometiera un asesinato mientras estaba sonámbula.
La elocuencia de Choate, combinada con su astuta manipulación de las pruebas, logró convencer al jurado de la inocencia de Tirrell. En apenas dos horas, se dictó un veredicto de no culpabilidad que dejó a la audiencia enmudecida. La acusación de incendio provocado también se desmoronó gracias a la estrategia de Choate, lo que llevó a que Tirrell solo pasara tres años en prisión por los cargos comprobados de adulterio.
El destino posterior de Albert Tirrell es un enigma, ya que se sumió en el anonimato después de su liberación. Por su parte, Rufus Choate regresó a la esfera pública, aunque su reputación nunca se recuperó por completo tras presentar la defensa del sonambulismo. Después de su muerte, un abogado lo recordaría como aquel que “hizo seguro cometer un asesinato”.
El caso de Maria Bickford y Albert Tirrell quedaría en los anales de la historia como uno de los juicios más sensacionales y polémicos de su tiempo. Desentrañando misteriosos enigmas y dejando en duda la naturaleza humana y las maquinaciones de la mente. En las oscuras calles de Boston, la sombra de esta trágica historia perdurará para siempre.
Nota cortesia de la abuelita de Escoria24
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