J. Robert Oppenheimer es un nombre que quedará grabado en la historia como el cerebro detrás de la creación de la bomba atómica durante el Proyecto Manhattan. Sin embargo, hay mucho más en este hombre que solo su papel en el desarrollo de armas nucleares. Más allá de la militarización de la tecnología nuclear y el escrutinio gubernamental que sufrió, Oppenheimer hizo importantes contribuciones a la ciencia. También destacó como educador y líder, y cultivó intereses en lo espiritual y metafísico.
Este artículo tiene como objetivo arrojar luz sobre los aspectos menos conocidos de la vida de Oppenheimer, proporcionando una comprensión más completa de una de las personalidades más destacadas del siglo XX.
La infancia de Robert Oppenheimer.
Nacido el 22 de abril de 1904 en Nueva York, J. Robert Oppenheimer mostró signos tempranos de aptitud científica y una pasión por el aprendizaje. El momento crucial que marcó el rumbo de la carrera de toda la vida para Oppenheimer en la ciencia fue su interacción con su abuelo, Benjamin. Mientras observaba al joven jugar con bloques de madera, Benjamin reconoció su talento para la ciencia. Le obsequió a su nieto una enciclopedia de arquitectura y una colección inicial de rocas con etiquetas en alemán, lo que encendió el interés del niño por los minerales.
La exposición de Oppenheimer a la recolección de minerales a una edad temprana despertó su curiosidad en la ciencia, particularmente en el estudio de cristales y luz polarizada. A los doce años, la experiencia de Oppenheimer en geología era tan reconocida que lo invitaron a una conferencia en el Club Mineralógico de Nueva York. Este notable logro presagiaba sus futuros logros como científico y educador. Sin embargo, Oppenheimer pronto se dio cuenta de que su verdadera fascinación no estaba en las rocas en sí, sino en comprender “la estructura de los cristales y la luz polarizada”.
Desafortunadamente, también mostró una temprana predisposición a las enfermedades. Esta situación no pasó desapercibida para sus padres protectores. A causa de esto, se le prohibió jugar con otros niños, pasando gran parte de su juventud estudiando solo o en compañía de su madre.
Logros y tropiezos en la universidad.
En 1925, Oppenheimer inició su carrera académica en la Universidad de Cambridge en Inglaterra, habiendo sobresalido en sus estudios en Harvard. Sin embargo, el acelerado ritmo de sus estudios en Harvard resultó ser un arma de doble filo, ya que carecía de algunos conocimientos fundamentales necesarios para Cambridge. El rechazo del premio Nobel, Ernest Rutherford, y la obligación de realizar trabajo de laboratorio dejaron insatisfecho a Robert Oppenheimer.
De hecho, tomó una decisión drástica y temeraria cuando intentó matar a su mentor, Patrick Blackett, con una manzana envenenada. Afortunadamente, el padre de Oppenheimer intervino, evitando su expulsión y los cargos por intento de homicidio. En su lugar, le dieron libertad condicional y lo obligaron a llevar un tratamiento psiquiátrico. Este incidente resalta las presiones a las que Oppenheimer se enfrentó en la universidad y todo el peso emocional que soportó en época.
Superestrella Intelectual.
El período de Oppenheimer como estudiante de posgrado en la Universidad de Göttingen, en Alemania, marcó un punto de inflexión en su vida académica. Bajo la tutela del físico Max Born, se destacó entre mentes brillantes y se convirtió en una superestrella intelectual. Sin embargo, su autoconfianza a veces rozaba la arrogancia, lo que lo llevó a interrumpir debates y proponer ideas alternativas durante las clases.
En esas discusiones, se dice que Robert Oppenheimer interrumpía sin importar si era un compañero de clase o el propio Born quien hablaba. El comportamiento disruptivo de Oppenheimer llevó a sus compañeros de clase a firmar una petición formal, instándolo a tener más consideración en las discusiones. Born optó por evitar el enfrentamiento y dejó la petición en su escritorio para que Oppenheimer la viera.
Cuando encontró el documento, reconoció humildemente su error y corrigió su comportamiento. Este incidente refleja la complejidad de la personalidad de Oppenheimer, demostrando tanto su brillantez como su disposición para aprender y crecer a partir de sus errores.
Oppenheimer y Snyder: pioneros en agujeros negros.
Más allá de su papel en el proyecto de la bomba atómica, Robert Oppenheimer hizo importantes contribuciones a la física teórica. Junto a su colega Hartland Snyder, propuso la existencia de los agujeros negros en 1939, basándose en la teoría general de la relatividad de Einstein. Oppenheimer y Snyder reflexionaron sobre el fin de la vida de una estrella masiva (cuando agota su propio suministro de combustible).
En lugar de colapsar en una enana blanca, los coautores propusieron que la estrella moribunda se contraería progresivamente debido a su propia gravedad, a una velocidad que evitaría que incluso la luz pudiera escapar de ella. Básicamente, estaban pensando en agujeros negros casi 30 años antes de que el físico John A. Wheeler acuñara el término “agujero negro”. A pesar de su trabajo pionero, la comunidad científica pasó por alto su artículo en ese momento.
La brillantez y el pensamiento innovador de Oppenheimer le valieron tres nominaciones al Premio Nobel de Física, pero nunca recibió el prestigioso galardón. Aunque indudablemente era una mente destacada en la física teórica, el volumen relativamente escaso de sus investigaciones publicadas y la ausencia de descubrimientos revolucionarios pudieron contribuir a esta exclusión.
Robert Oppenheimer y sus intereses místicos.
Los intereses de Oppenheimer se extendían más allá de la ciencia, hacia el ámbito de la espiritualidad y la metafísica. Se sintió atraído por la poesía y aprendió sánscrito, lo que le permitió sumergirse en la filosofía hindú. El aprendizaje del sánscrito allanó el camino para que Oppenheimer leyera el Bhagavad-Gita, un texto sagrado hindú. En la correspondencia que intercambió con sus amigos, Oppenheimer elogió esta antigua escritura. Llamándola “la canción filosófica más hermosa que existe en cualquier lengua conocida”.
Aunque no existen evidencias concluyentes de que Robert Oppenheimer fuera un hombre religioso, su fascinación por lo metafísico y lo espiritual era evidente. Isidor Rabi, su amigo y colega, una vez mencionó que Oppenheimer consideraba al cristianismo como una “combinación confusa de sangre y dulzura”, lo cual curiosamente atraía al científico. Esta inclinación hacia lo sobrenatural podría haber influido en su reacción al presenciar la histórica detonación de la prueba Trinity en Nuevo México el 16 de julio de 1945.
En aquella oportunidad, Oppenheimer recordó una línea del Bhagavad-Gita que capturaba la magnitud de la encrucijada moral en la que se encontraba: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos“. La fascinación de Oppenheimer por la naturaleza enigmática de la religión reflejaba su compleja relación con las cuestiones espirituales.
El legado Robert Oppenheimer en la ciencia.
Después de su trabajo en el Proyecto Manhattan, Robert Oppenheimer se convirtió en el director del Instituto de Estudios Avanzados (IAS) en Princeton. Su tiempo en el IAS se caracterizó por un aumento de jóvenes físicos inspirados y una atmósfera de rápido desarrollo de ideas. Nutrió la creatividad y el crecimiento intelectual, ejemplificando su dedicación a la ciencia y la educación.
El legado de Oppenheimer se extiende más allá de la ciencia, ya que también dejó un impacto en la cultura popular. Una obra de teatro basada en la transcripción de las audiencias de la Comisión de Energía Atómica en 1954 generó controversia, lo que llevó a Oppenheimer a amenazar con acciones legales debido a supuestas inexactitudes.
Inmortalizado en el cosmos y la Tierra.
Si bien el nombre de Oppenheimer está inextricablemente vinculado a la bomba atómica, también ha sido inmortalizado en la astronomía y la geología. El asteroide 67085 Oppenheimer y el cráter Oppenheimer en el lado oculto de la Luna llevan su nombre. Además, el raro mineral de uranio “Oppenheimerite” rinde homenaje al renombrado científico estadounidense.
El declive del científico.
A pesar de los logros, Oppenheimer luchó con problemas de salud mental y emocional a lo largo de su vida. Las evaluaciones psiquiátricas durante su tiempo en Cambridge y el impacto emocional de las audiencias de seguridad lo afectaron para toda la vida. Aunque se mantuvo sin remordimientos por su papel en el desarrollo de la bomba atómica, reconoció la gran responsabilidad que los científicos tenían en garantizar la regulación global de la energía atómica.
Nota cortesia de Don Ramon
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