En una bucólica zona del Inland Empire californiano, Bernard Jones Jr. y su esposa construyeron lo que parecía ser una casa de ensueño común: piscina con cascada, cine en casa y un huerto frutal. Pero bajo una discreta escotilla metálica junto a la cancha de baloncesto, se esconde algo más inusual: un búnker con capacidad para 25 personas, equipado con dos cocinas, baños y un sistema de energía autosuficiente.
"El mundo no se está convirtiendo en un lugar más seguro", explica Jones, quien vendió la propiedad hace dos años. "Queríamos estar preparados".
Búnkeres, tendencia en auge
Esta tendencia de construir refugios privados está en auge. El mercado estadounidense de búnkeres, valorado en 137 millones de dólares el año pasado, se proyecta alcanzar los 175 millones en 2030, impulsado por temores a ataques nucleares, terrorismo y disturbios civiles. Todo esto mientras el gasto mundial en armamento nuclear se dispara hasta los 91.400 millones de dólares.
Ron Hubbard, CEO de Atlas Survival Shelters en Texas, ha visto sus ventas aumentar tras eventos como la pandemia, la invasión rusa a Ucrania y la guerra Israel-Hamás. En su fábrica de Sulphur Springs, que él describe como la más grande del mundo, los búnkeres en construcción varían desde módulos básicos de 20.000 dólares hasta mansiones subterráneas de varios millones.
"La gente tiene la actitud de que es mejor tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo", afirma Hubbard, mientras supervisa la construcción de más de 50 búnkeres diferentes.
Sin embargo, los expertos gubernamentales consideran estos refugios un gasto innecesario y señalan una realidad inevitable: ningún búnker puede ofrecer protección indefinida. La FEMA argumenta que espacios comunes como sótanos o el centro de edificios grandes pueden proporcionar la protección necesaria contra la lluvia radiactiva inicial, mientras que la inversión en costosos búnkeres privados no resuelve el desafío fundamental de la supervivencia a largo plazo.
Según Brooke Buddemeier, especialista del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, tras una explosión nuclear las personas tienen aproximadamente 15 minutos para protegerse de la lluvia radiactiva.
Del mismo modo, los defensores de la no proliferación rechazan cualquier sugerencia de que una guerra nuclear sea sobrevivible. Alicia Sanders-Zakre, de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, argumenta que los búnkeres son herramientas psicológicas más que de supervivencia real.
"Los búnkeres no son, de hecho, una herramienta para sobrevivir a una guerra nuclear, sino una herramienta para permitir a una población soportar psicológicamente la posibilidad de una guerra nuclear", explicó Sanders-Zakre.
"La única solución es eliminar las armas nucleares"
"En última instancia", señala Sanders-Zakre, "la única solución para proteger a las poblaciones de la guerra nuclear es eliminar las armas nucleares".
Por su parte, el congresista James McGovern ha expresado durante décadas su preocupación: "Si llegamos a una guerra nuclear total, los búnkeres subterráneos no protegerán a la gente. Deberíamos invertir en detener la proliferación nuclear". Critica el gasto de 1 billón de dólares en modernizar el arsenal estadounidense mientras hay poco debate público al respecto.
Irónicamente, los nuevos propietarios de la casa de Jones tienen una perspectiva más relajada sobre su búnker heredado. Aunque nunca han dormido en él, mantienen provisiones y lo ven como un seguro adicional. "Se lo hemos dicho a algunos amigos: si algo se vuelve loco y se pone feo, vengan aquí lo antes posible", comenta el nuevo dueño, que prefiere mantener el anonimato. "Nos da una sensación de seguridad".
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