¿Cuál fue la película que dio origen al género de terror? La mayoría de expertos en el tema coinciden en que la pionera fue Manoir du Diable (“La mansión del diablo“), una película de 1896 dirigida por el visionario cineasta Georges Méliès. Aquella centenaria producción cinematográfica inicia con la figura de un murciélago volando a través de un castillo que después se convierte, por arte de magia, en un demonio con capa llamado Mefistófeles. El final de la película es este mismo demonio perseguido por una persona que porta un crucifijo.
Todos estos elementos aderezados con gritos de terror son mostrados en una apresurada carrera de poco más de 3 minutos. No se trata de El exorcista o El resplandor, pero indudablemente es una película de terror.
El casual origen del cine.
De forma general, se acepta que la primera “película” realizada fue una obra de 1878 titulada “The Horse in Motion“, de Eadweard Muybridge. Sin embargo, el método que se utilizó para capturar aquellas imágenes esencialmente consistía en fotografía de alta velocidad a través de múltiples cámaras. El resultado fue lo que hoy podríamos definir como un gif animado de muy corta duración, y no una película propiamente dicha.
Sin embargo, el incipiente mundo del cine habría de cambiar cuando el inventor Thomas Edison visitó el estudio de Muybridge a mediados de la década de 1880. Realmente cautivado por el trabajo de Muybridge, pero un poco decepcionado por la forma en que lo ejecutaba, Edison inició el desarrollo de un dispositivo que “haría para la vista lo que el fonógrafo había hecho para el oído”.
Edison, Dickson y el kinetógrafo.
Algunos años después, en torno a 1889, un aparato llamado kinetógrafo era presentado en el laboratorio de Edison ubicado en West Orange.
Pese a las aseveraciones de Edison sobre ser el primero en inventar lo que muchos definen como la primera cámara capaz de fotografiar imágenes en movimiento, frecuentemente los historiadores le restan mérito para dárselo a su asistente, William Kennedy Laurie Dickson, al que definen como creador de este aparato precedente de la cámara cinematográfica.
En 1890, Dickson realizó una película de prueba llamada Monkeyshines No. 1, donde presentaba a otro asistente del laboratorio realizando una serie de movimientos, obteniendo imágenes de cualquier caza fantasma utilizaría como prueba fehaciente de que los demonios nos acechan, un resultado muy distinto a las películas que pronto empezarían a popularizarse.
Pese a esto, a Monkeyshines No. 1 se le atribuye el mérito de ser la primera película oficial realizada con una cámara de vídeo en la historia.
Además, todo esto terminó inspirando a Edison para construir “Black Maria”, tal vez el primer estudio de cine, cerca de su laboratorio en West Orange. En este pequeño establecimiento el inventor estadounidense habría de producir miles de películas donde presentaba vodevil, espectáculos de magia, peleas de boxeo y representaciones del viejo oeste.
Desde entonces, las innovaciones cinematográficas despegaron de forma exponencial. En abril de 1894 fue inaugurado, en la ciudad de Nueva York, el Kinetoscope Parlor, actualmente considerado el primer cine público en el mundo.
Después, la primera película proyectada para una gran audiencia, el primer beso en pantalla y el primer establecimiento creado específicamente para una cinta.
Los talentosos hermanos Lumière.
Apenas un año más tarde los hermanos Lumière, que habían realizado numerosos e innovadores avances en sus diseños de cámara de vídeo, se habrían de convertir en los primeros y auténticos cineastas, grabando y exhibiendo películas de narrativas cortas – como el famoso cortometraje de 50 segundos llamado Arrivee d’un train en gare a La Ciotat.
También fueron los primeros en presentar una comedia. Gracias a su revolucionaria tecnología, los hermanos Lumière atrajeron a toda clase de audiencias, incluso a un ilusionista francés llamado Georges Méliès, que asistió a una de sus proyecciones a finales de 1895.
El gran cineasta francés Georges Méliès.
Méliès nació en París en el año de 1861, fue hijo de un zapatero que esperaba su retoño diera continuidad a su profesión cuando le llegara la hora de retirarse. Aunque mostró interés por el espectáculo a muy temprana edad, su padre jamás apoyó sus aspiraciones y, tras concluir los estudios, con cierta resignación Méliès se inició en el negocio de los zapatos. Al poco tiempo, el padre se retiró y cedió el control del negocio a sus tres hijos.
Georges Méliès se negaba a trabajar en algo que no lo satisfacía y al poco tiempo vendió su parte del negocio a los hermanos. Tras pagar una considerable dote por su esposa, utilizó el dinero restante para adquirir un teatro casi en ruinas ubicado en el centro de París llamado Robert Houdin Theater.
Bajo la administración de Méliès aquel teatro se convirtió en el lugar de referencia en París para los espectáculos de magia, sobre todo porque siempre presentaba algún tipo de novedad. Cuando vio a los hermanos Lumière proyectando sus propias películas a través de un dispositivo “mágico”, no dudó en ofrecer una jugosa cantidad de dinero por el aparato. Evidentemente, los Lumière se negaron. Así, Méliès emprendió la construcción de su propia videocámara con la ayuda de un ingeniero.
Méliès hace sus pininos en el cine.
Filmar sus actos de magia e ilusionismo para después reproducirlos ante el público resultó un éxito rotundo. Al poco tiempo empezó a explorar su entorno al filmar escenas en la calle y fabricar determinadas narrativas. Se cree que fue en el otoño de 1896 cuando Méliès descubrió un truco relevante que podía hacer con su cámara en una ocasión que se atascó mientras filmaba. Según sus propias palabras:
“En ese lapso, los transeúntes, autobuses y carruajes evidentemente siguieron moviéndose. Cuando proyecté la película, uniéndola en el lugar donde se había producido la interrupción, repentinamente un autobús Madeleine-Bastille se transformó en un carruaje fúnebre, y un hombre en una mujer”.
Se trataba del truco de sustitución, hoy conocido como stop-motion“. Aquel efecto especial tan básico resultó parte fundamental en La mansión del diablo.
Manoir du Diable.
Aunque hoy se le considera la primera película de terror, la intención original de Méliès era crear algo más sorprendente y llamativo a todo lo que se había producido hasta entonces. La trama es algo totalmente absurdo, justificada exclusivamente por la intención de exhibir aquellos efectos especiales tan impresionantes (para el siglo XIX), Méliès nunca tuvo la intención de contar una historia convincente o coherente.
Como puedes observar, en poco más de tres minutos las imágenes saltan repentinamente, desaparecen y se convierten en otras cosas. Un murciélago se convierte en un demonio, una mujer en una bruja, una banca en un esqueleto, y de la nada aparece un duende sosteniendo un tridente.
Al final, el crucifijo es utilizado como herramienta para alejar al demonio. Cuando se toma en cuenta el atuendo tan particular del protagonista, su temor a los crucifijos y la capacidad de convertirse en murciélago, es imposible no referirla también como la primera película de vampiros. Además, es importante recordar que Drácula, de Bram Stoker, no se publicaría sino hasta un año después.
Otro dato curioso es que una de las mujeres que aparece en la filmación es Jehanne D’Alcy, una amante de Méliès que más tarde se convertiría en su segunda esposa.
Las grandes películas de Georges Méliès.
La mansión del diablo no es la mejor película que realizó Georges Méliès, sin embargo destaca como una de sus primeras producciones. Una de sus obras más reconocidas es Le Voyage dans la Lune, una auténtica obra maestra y antecedente directo de todas las películas de ciencia ficción.
En esta película, donde aparece aquella icónica imagen de la Luna con un cohete en el ojo derecho, se presenta una narración fantástica sobre un viaje a nuestro satélite natural que ha servido como inspiración para los cineastas desde 1902.
De hecho, Georges Méliès produjo la envidiable cantidad de 500 películas en apenas 14 años. En promedio, realizaba una cada 10 días. Desafortunadamente, apenas 200 de estas piezas lograron sobrevivir al paso del tiempo. Y aunque su legado es ampliamente reconocido, Le Manoir du Diablede 1896 es la única que ostenta el título de la primer película de terror en la historia.
El final de Méliès es un poco triste, pues una serie de equivocaciones, la incapacidad para adaptarse a los nuevos modelos de distribución de películas y la Primera Guerra Mundial terminaron llevando a aquel cineasta próspero y exitoso a la ruina. Al final, Méliès se dedicó a ganarse la vida en un pequeño puesto de dulces en la estación de tren Montparnasse, todavía en París.