La soledad puede disparar el riesgo de una muerte prematura hasta en un 14% en las personas de la tercera edad, esto de acuerdo con un estudio científico donde se establecen las bases fisiológicas para este fenómeno. Las consecuencias del aislamiento social se conocen desde hace varios siglos, pero sus efectos en el organismo humano no habían sido estudiados hasta hace muy poco, así lo afirmaron los investigadores en un trabajo publicado en las Proceedings of the National Academy of Science/PNAS.
El estudio en cuestión, del año 2013, fue dirigido por el psicólogo John Cacioppo, de la Universidad de Chicago. Previo a esta investigación se había encontrado una relación entre la soledad y el incremento en la expresión de los genes responsables por la inflamación y una disminución en la actividad de otros genes que tienen un papel importante en las respuestas antivirales del cuerpo.
Como resultado se tiene un sistema inmunológico debilitado provocando que una persona que vive en soledad sea mucho más vulnerable a las enfermedades. Como parte de la investigación se examinaron los leucocitos, los glóbulos blancos que el sistema inmunológico emplea para combatir a las bacterias y virus que ingresan al organismo.
Los genes y la soledad.
Encontraron una correspondencia en la expresión genética de los glóbulos blancos de personas que vivían solas y en aislamiento social. También descubrieron que la soledad predice el comportamiento del gen un año o más, y viceversa, la expresión genética predice que la soledad podría medirse en el transcurso de un año o poco más.
“Aparentemente la expresión genética de los leucocitos y la soledad tienen una relación recíproca, lo que apunta a que cada una puede ayudar a incrementar la otra a medida que pasa el tiempo”, concluyeron los investigadores. “Estos resultados fueron específicos para la soledad y no pudieron ser explicados por otros factores como la depresión, el estrés o el rechazo social”.
Después, los investigadores enfocaron sus estudios en los macacos Rhesus (Macaca mulatta), un primate sumamente social, y descubrieron un fenómeno celular parecido relacionado a su experiencia social. Los monos “aislados” aumentaron la expresión genética relacionada con la inflamación y disminuyeron la expresión genética de las defensas antivirales.
También encontraron que presentaban niveles superiores de norepinefrina, un neurotransmisor de “pelea o escape” que estimula la producción de monocitos maduros, un glóbulo blanco relacionado con alta inflamación y una baja expresión del gen antiviral de defensa.
“Tanto los humanos como los macacos solitarios presentaron niveles más altos de monocitos en la sangre”, afirmaron los investigadores.
Otros estudios encontraron que el aumento en la producción de monocitos inmaduros amplificaba la inflamación y reducía el efecto antiviral en el grupo de glóbulos blancos.
“Las ‘señales de alerta’ activadas en el cerebro por la soledad terminan afectando en última instancia a la producción de glóbulos blancos”, dijeron. “El cambio resultante en la producción de monocitos puede tanto propagar la soledad como contribuir a los riesgos asociados para la salud”.