viernes, 7 de mayo de 2021

La leyenda del árbol come humanos de Madagascar

 


Cuando los europeos comenzaron a recorrer los océanos llevaron de vuelta a casa increíbles leyendas sobre tierras antiguas, monstruos olvidados y tribus salvajes. Muchas de estas historias les fueron relatadas por los mismos habitantes de las regiones que iban encontrando, en donde las tradiciones contaban de criaturas míticas en medio de las selvas, los océanos o los desiertos.

Muchas de estas leyendas son bien conocidas, otras (como la anaconda) resultaron ciertas. Unas de las menos recordadas son aquellas asociadas a los temibles árboles come-hombres de las selvas tropicales, leyendas que en algún momento tuvieron mucho alcance y que algunos consideran que tienen al menos un ápice de verdad.


Plantas carnívoras

En la actualidad conocemos muchas especies de plantas carnívoras. Estas especies evolucionaron en terrenos pobres en los que los nutrientes son escasos, y encontraron en el consumo de insectos una posibilidad para suplir las necesidades que no conseguían en otras partes. 

Algunas se volvieron lo suficientemente grandes para incluso capturar vertebrados, incluyendo pequeños mamíferos. La variedad más grande que se conoce, una trampa de campana de Borneo con casi medio metro de altura y 3.5 litros de agua en su interior, podría capturar una rata, pero jamás a una persona (aún un niño es demasiado grande).


El árbol de Madagascar

La leyenda del árbol de Madagascar parece ser antigua, pero el primer registro escrito de ello data del año 1874 cuando un escritor estadounidense llamado Edmund Spencer popularizó su existencia en los Estados Unidos. De acuerdo con el relato de Spencer, un naturalista y explorador alemán llamado Karl Liche había realizado las primeras anotaciones sobre esta criatura, narrando su uso para sacrificios humanos en las sociedades de la isla.

De acuerdo con la descripción de Spencer, el árbol consistía en un tronco grueso con una serie de brazos que se movían como serpientes y enredaban a sus víctimas al primer contacto con ellas. Este relato fantástico se hizo enormemente popular en el siglo XIX, pero lamentablemente no se conoce ninguna especie que se acerque a lo aquí descrito.


El relato de Karl Leche

En una publicación de The World, un extinto periódico con sede en Nueva York, detallaron un extraño hallazgo. La fuente era el científico alemán Karl Leche, y un compañero identificado como Hendrick, que exploraba la isla de Madagascar.

El artículo presentó como evidencia una carta escrita por Leche durante su estancia en Zanzíbar, que supuestamente envió a un colega. En la correspondencia, el botánico alemán ofrece una detallada descripción de un ritual sagrado de la tribu Mkodo.

Los propios miembros de la tribu habrían invitado a Leche y Hendrick para presenciar la ceremonia sagrada con un árbol.

El investigador describió a la planta como “el más singular de los árboles”. Especificó que tenía el formato de una piña, una altura que superaba los 2 metros, base ancha y ocho hojas enormes.

Cada una de estas hojas estaba poblada de espinas en forma de garra, mismas que parecían proteger unos charcos de líquido espeso con olor dulce. De la copa de este grotesco árbol emanaban largos zarcillos retorcidos que, según la descripción de Karl Leche, estaban “en constante y vigoroso movimiento, con una pulsación sinuosa y sutil en el aire”.

En el escrito señalan que, al llegar al árbol, los Mkodo eligieron a una mujer entre la multitud. Y, a punta de lanza, la obligaron a trepar por el tronco de este extraño árbol hasta una de las hojas. Después, desde el suelo ordenaron a la aterrada mujer beber de uno de los charcos.


El árbol caníbal

Los extranjeros observaron horrorizados la forma en que los miembros de la tribu cantaban y vitoreaban alrededor del extraño árbol.

Según Leche, después que la mujer ingirió el líquido viscoso… El aterrador árbol caníbal, que todo el tiempo estuvo inerte, repentinamente cobró vida. Los esbeltos y delicados zarcillos se estremecieron en la copa con la furia de unas serpientes hambrientas.

Entonces, como impulsados por un instinto demoniaco se aferraron a la mujer por el cuello y los brazos. Mientras tanto, los gritos de la víctima se mezclaban con las espantosas risas de los miembros de la tribu.

Los gritos de terror de la mujer se convirtieron en un gemido gorgoteante mientras los zarcillos la estrangulaban. Uno tras otro se levantaba, replegaban y la envolvían con una rapidez brutal y energía infernal.

Pliegue tras pliegue, apretaban con tenacidad salvaje cual anacondas aferradas a su presa. En la base del árbol, el ambiente era de fiesta mientras los Mkodo consumían un líquido viscoso mezclado con sangre que supuraba del tronco y las hojas.

El botánico relata que los presentes entraron en un trance delirante lleno de locura. Un horrorizado Hendrick tomó por el brazo a Leche y ambos emprendieron la huida. Hallazgo macabro Varias semanas después, Karl Leche regresó al sitio donde se encontraba el monstruoso árbol.

Allí encontró a la planta con las hojas abiertas y un macabro cráneo completamente blanco. En el sitio no había ningún otro rastro de la víctima. El artículo generó un revuelo mayúsculo en los lectores.

En cuestión de meses la noticia hacía eco en otras publicaciones alrededor del mundo, y el temible árbol devorador de hombres de Madagascar se volvió famoso. 

Se dice que los familiares y seres queridos podían escuchar a la persona despedirse con una canción y que para salvarla debían pagar una cuota al pájaro carpintero que era el único capaz de liberarla.




Nota Cortesía de Rucky Traumas

 

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